1 | El Expediente Mónika

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¿Usted conoce la ciudad de Rosario, verdad? Porque allí es donde transcurre este evento. Una ciudad enorme dividida en distritos, más específicamente en zonas seguras y en zonas de cuarentena. Los rosarinos debían seguir rutas muy específicas para no toparse con la inseguridad de los muertos vivos come humanos.

En esta ciudad, existía un grupo que se dedicaba a mantener informada a la urbe acerca de todo lo relacionado con la epidemia del virus G y demás temas de interés con respecto a los tarifazos u otras curradas corruptas del macrysmo. Ellos eran conocidos como el Escuadrón Mónika. Llamado así por la ubicación de su centro de comando, el edificio Vigil. Una modesta y desechada torre de siete pisos que alguna vez funcionó como colegio terciario de diferentes carreras ligadas al arte. Pero su estructura no se limitaba a esos siete pisos, no. Estaba conectada a la antiguamente llamada Biblioteca Vigil por el lado izquierdo, y a una escuela secundaria por el lado derecho y atrás. Además, hacia abajo había más niveles que en el pasado fueron utilizados como centro clandestino de detención durante la dictadura cívico-militar del '76. Y digo cívico, compañero, porque como usted bien sabrá, también participaron civiles en la toma de poder. Y supongo que usted sospecha, que esos civiles son del mismo tipo de troglodita fascista que los que votaron a Macry en 2015, y peor aún, en 2019.

Disculpe que me haya desviado, continuaré con lo que nos compete. La Vigil era un fuerte, un complejo repleto de armas y con un sistema de seguridad avanzado con cámaras que no dejaban ningún punto ciego. Allí, en lo que alguna vez fue una escuela de formación de realizadores audiovisuales en cine y televisión, funcionaba el estudio de grabación del Escuadrón Mónika, donde grababan y transmitían vía streaming su noticiero diario, o como también se le llama, un podcast. Una suerte de propaganda revolucionaria anti macrysmo. Aunque en realidad no eran más que un grupo descargando su frustración e inconformidad. Pero siendo honestos, nada de lo que hacía iba a cambiar realmente las cosas. Al menos no de momento.

Como parte del grupo estaba Belén Fierro, alias «SOA», una chica de veinticuatro años que había sido estudiante de la carrera de cine cuando la institución aún funcionaba allí. Ella era la presentadora y mente maestra detrás del noticiero. Una obsesiva que debía asegurarse siempre de que todo se esté llevando a cabo de buena manera sin dejar cabos sueltos ni dar información falsa o incorrecta. Era de apariencia muy delgada, pálida, llevaba un corte de pelo en forma de honguito y un piercing septum en la nariz. Era también muy introvertida, o más bien callada y silenciosa, hablando únicamente cuando era debido. Y se la pasaba fumando cigarrillos armados y bebiendo café negro sin azúcar.

En el momento en que le estoy contando esta historia, colega mío, esta joven se estaba despidiendo de Fernando, su novio, quien debía partir hacia una campaña sanitaria, ya que era médico. Ella estaba triste y tenía miedo de que le pudiera suceder algo malo ahí afuera, en esas calles invadidas de zombies. Estaba tan nerviosa que se había fumado tres cigarrillos seguidos uno atrás del otro. El joven le insistía en que estaría bien. Y luego de un beso apasionado, se despidió y abandonó el edificio Vigil.

—Belén —la llamó Andrés—. Es hora, vamos. Tenemos que empezar con la grabación.

—Sí, ya voy. Dame un minuto que tengo que ir al baño.

Los ojos de Andrés, alias «Yisus», por su gran barba y cabello largo, seguían con deseo a Belén mientras se levantaba transpirada y agitada a lavarse. Este joven, de un par de años mayor que ella, buscaba siempre una oportunidad para acompañarla. Fumar juntos en la zona de fumadores era, sin duda, su excusa perfecta.

Ambos se dirigieron al estudio de grabaciones donde estaba en resto del escuadrón. Ellos eran: Lorenzo Guevara, alias «Capitán Molotov», un treintañero y barbudo friki de la vieja escuela, que por su fascinación por el contenido que consumía —el cual iba desde manga, anime, comics americanos, videojuegos, todo tipo de series y películas de todos los géneros y estilos—, había estudiado artes marciales tradicionales y varios sistemas de combate durante su niñez y juventud hasta volverse todo un experto; realizador audiovisual y escritor; se lo conocía como el líder del grupo y todos confiaban en él; su apodo se lo había ganado gracias a la fama que tenía por querer solucionar todos los conflictos con métodos anárquicos. Miguel Ángel Domínguez, alias «Musk», el nerd y genio del grupo que se encargaba de la parte técnica y edición del noticiero, además de fabricar inventos innovadores que les servirían para la supervivencia; sin él, el sistema de defensa de la Vigil no funcionaría; tenía veintidós años de edad. Jeremías Placebo, alias «Vertov», apodo que le puso alguna vez su docente preferida en honor al Hombre de la cámara; un joven rubio de veintidós años de estilo indie que estaba siempre documentando todo con su filmadora digital y, era también, casi obviamente, el camarógrafo del noticiero. José Jordán, alias «Jojo», apodado así por Lorenzo debido a la afición descomunal de José por la serie de anime homónima. François Nanita, alias «Rambo», un haitiano de metro noventa también conocido como el loco de la guerra del grupo; nadie sabía cómo había llegado a Rosario, pero su fama provenía de su experiencia por años de formación como scout, donde desarrolló habilidades y aprendió técnicas indispensables e irreemplazables para el equipo. Soledad Alberdi, alias «Raven», una chica de dieciocho años de estilo suicide girl, llena de piercings y perforaciones, tatuajes y la lengua bífida. Luciano Moreno, alias «Gadget», de diecinueve años, parapléjico y siempre en su silla de ruedas transformable, le gusta mucho el fútbol. Ellos eran, evidentemente, los miembros del Escuadrón Mónika.

macrysis zWhere stories live. Discover now