꧞ II. Sería divertido verte caer ꧞

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Cho Miyeon

Jin y yo llevábamos algo de tiempo siendo pareja. Ibamos juntos de la mano a todas partes. Me regalaba uno que otro piropo típico de él y sobretodo, nos lo contábamos absolutamente todo, pero yo aún no le revelaba mi secreto.

Un día Jin me hablo que debía hacer un viaje; no me dijo a donde, ni con quién iba y ni siquiera porqué.

—¿Por qué no me dices a donde vas?—dije en un tono desesperante mientras Jin acomodaba su ropa en la maleta.

No hubo respuesta por su parte.

—¿Me estás escuchando?

Silencio. Me puse frente a él y  volví hacerle la pregunta.

—Debes tranquilizarte, es algo que no puedo revelarte, pero no es nada malo—cogió mis dos manos y las beso tiernamente.

—Tengo miedo.....miedo de perderte, tengo un mal presentimiento con ese viaje tuyo.

—No creo que me pase algo malo —dejó de empacar y tomó mi rostro— Confía en mí.

Luego de eso cerró su maleta y salió rumbo al puerto para subirse en un barco y viajar a quien sabe donde.

Pasaron los días, semanas hasta que fue un mes sin ver a Jin, pero por suerte de vez en cuando me enviaba una carta confirmando que estaba con vida e incluso prometió hacerme una propuesta de matrimonio cuando regresara.

Eso me puso como loca. ¿Quién diría que yo una simple doncella, hija de un coronel del pueblo de Seberia estaría con el líder de Reinold. Se ve que aún no sabe, ¿si se enterará de mi secreto, seguiría queriéndome? ,me lo pregunto todos los días.

Estaba mirando el hermoso cielo azul de la mañana mientras tomaba un café, recordé cuanto le gustaba a mi seductor probar aquello y no pude evitar formar una sonrisa.

—¿De qué te ríes?

La voz de Karina, inconfundible. ¿A qué habrá venido?

—No importa, no me respondas. Solo, ¿sabes algo de Sir Jin? Se que últimamente han estado muy juntos, demasiado diría yo para una chivatona como tú.

—¿Qué te he hecho? ¿Por qué me tratas así?

Ya era hora de poner las cartas sobre la mesa. Me había callado lo que pensaba, pero ya no más.

Ella solamente sacó un cigarrillo de su pecho, lo encendió con un encendedor que tenía dentro de su bolso y fumó para luego reírse.

—¡Ay Miyeon! Mira que eres tonta. Crees que porque Jin le gustas ahora, se olvidará de tu traición.

—No lo he traicionado, solamente llegué aquí con una identidad falsa y con malas intenciones por culpa de mi padre. Si le explico mis razones me entenderá, lo se.

Le da una calada larga a su cigarro —¿Por qué no lo hiciste antes de que se fuera?

<<El miedo>>

—Debiste haber tenido miedo. A pesar de trabajar con él por un año aún no se lo dices, me da pena tu caso.

—A mi me da más pena el tuyo.

Logre que esa sonrisa formada en su rostro se desvaneciera. —¿De qué estas hablando?

—Se que te gusta Sir Jin y darías todo para alejar a cualquier mujer de él, porque si tú no lo puedes tener, nadie podrá tenerlo.

Karina dejó en un cenicero el cigarrillo y me encarcelo poniendo sus brazos alrededor de mi cuerpo sus manos posadas sobre el balcón donde yo estaba cerca.

—Haber, infiltrada, te crees muy lista no, pues dejame decirte, si, me gusta Jin y mucho, como no te imaginas. Amo a ese hombre desde que lo vi por primera vez siendo una niña. Llegué primero que tú y todas esas zorras.

Está agitada y furiosa, lo cual conllevo a que se inclinara aún más. Estamos en un tercer piso, si me caigo no saldré viva de esta. Como acto reflejo trato de mirar hacia atrás, pero ella reclama mi atención dando un golpe fuerte sobre donde descansaban sus palmas.

—Te dan miedo las alturas, ¿eh?, ¿Te gustaría seguir mirando? ¿Te gustaría caer desde aquí arriba? Sería divertido verte caer, me quitaría un peso de encima.

Está loca, obsesionada.

—Ni se te ocurra ponerme una mano encima ¡Aléjate!

Uno de los trabajadores pasó casualmente por ahí y Karina salió huyendo.

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Llegué a mi habitación y cuando cerré la puerta estaba con el corazón latiendo fuertemente, pensé que me empujaría, por suerte no pasó a mayores.

Decido leer la carta que al parecer me había llegado mientras no estaba, pero los toques desesperados en la puerta me frenaron. Ya es de noche, ¿quién vendrá tan tarde?

Al abrir, quedo asombrada, era mi padre con los ojos rojos; con la ropa toda sucia y desgarrada. Debió haber pasado algo muy malo para que estuviera en esas condiciones.

—Padre, ¿qué ha pasado?

—¿Me dejas pasar, hija mía?

Él entró rápidamente a mi habitación

—¿Me puedes decir qué ha pasado? ¿Por qué estas así? —estaba preocupada.

—Los piratas, han acabado con Seberia, ya no queda nada.

—¿Cómo?

—Así es hija mía, somos pobres, ya no soy un coronel, sino un Don nadie.

—Y ¿cómo pudiste escapar de ellos?

—Tuve que prometerles algo.

—¿Qué?

Él rascó su barba, dudoso con decirme.

—Te vendí. Vendí tu vida hija mía.

—¿Qué hiciste qué? ¿Cómo pudiste vender a tú propia hija? ¿Piensas que soy un objeto?

—Solo te casaras con el hijo de uno de ellos. Es por el bien de la familia.

Mis lágrimas amenazaban con salir.

—¡No! —me negaba rotundamente—. ¿Sabes lo feliz que soy aquí? —no pude aguantar más las lágrimas— Papá aquí hay un hombre que me ama, no me puedes hacer esto.

—Hija, ya no puedo hacer nada. Ellos vienen a por ti. Es cuestión de horas.

—Ni siquiera le dije a él con que intenciones vine a su casa —ahogue un suspiro tapándome la boca mientras me acurrucaba en una esquina de mi habitación— Incluso me iba a proponer matrimonio.

—Cuanto lo siento —soltó con sarcasmo.

—No, no lo sientes.

— Yo solo hice lo mejor para los dos.

—Papá solo hiciste lo mejor para ti.

—Hija mía—

—No me digas hija, no soy tú hija —grito con todo el odio que siento— ¡Salte de mi habitación!.

—Pero hija —su voz temblaba.

—¡Salte! —grite en desesperación mientras me alborotaba la cabellera.




—¡Salte! —grite en desesperación mientras me alborotaba la cabellera

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Depredador y ՏҽժմςԵօɾ  [✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora