5. (no) hogsmeade

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—Tráiganme golosinas, muchas.

—Ágatha, si quieres ir puedes hacerlo, nosotros estaremos contigo.

—No se preocupen, tienen razón, en realidad. Es peligroso que vaya a Hogsmeade con Sirius Black suelto. Pásenla bien y tráiganme dulces.

—Bien. Voy a traerte cerveza de mantequilla.

—No puedes hacer eso, idiota.

—Claro que puedo, soy Draco Malfoy.

—Ya, shu shu. Váyanse ya.

—Adiós, Ágatha. —se despidió una triste Sophie.

En cuanto sus amigos abandonaron la sala común, decidió que era una buena idea avanzar su tarea de Transformaciones.

Sus amigos le habían aconsejado que no fuese a Hogsmeade por la situación en la que se encontraba. Básicamente era que Sirius Black estaba afuera y era peligroso.

Aun así, sentía como si no le estuviese pasando a ella. Como si no la estuviese buscando a ella. Una tristeza la embarcaba desde mediados de octubre. Por alguna razón, un día por la noche se puso a pensar en su vida. Su madre murió cuando tenía alrededor de cinco meses. No recordaba nada en absoluto de ella. Su padre, con quién había estado viviendo desde que tenía solo tres meses, había sido encarcelado en Azkaban antes de que pudiese caminar correctamente.

Quedó a cuidado de su no tío, hermano de su madre, Zendey Magnusson, quien cambió su nombre a Zenda y se dio cuenta de que no era hombre ni mujer. Solo Zenda. Sin pronombres, sin género. Se crio con Zenda y se sentía afortunada de haberlo hecho. Pero, aun así, a veces le gustaría tener a su madre, y a su padre.

A los once años llegó su carta de Hogwarts, no estaba muy emocionada, en realidad. No quería salir de su zona de confort. Su gran casa, con su gran biblioteca y habitación, con Zenda y con su jardín. Y su supermercado muggle.

Casi lloró en el andén, pero se recordó a si misma que no debía hacerlo, que debía ser fuerte. Estuvo sola en su compartimento hasta que un niño rubio con una niña de ojos oscuros entró al lugar como si les perteneciera.

—No te molesta que estemos aquí, ¿verdad? Por cierto, soy Draco Malfoy. —dijo el chico, que ahora tenía un nombre y que además era su primo lejano no tan lejano.

—No hay problema. Soy Ágatha Black. —contestó ella, extendiendo su mano hacia el, con orgullo.

—Somos primos, no tan lejanos. —contestó Malfoy, aceptando y estrechando su mano.

—Efectivamente, lo son. Y yo soy Sophie Winchester. Un gusto conocerte, Black.

Cuando fueron seleccionados en Slytherin, comenzaron a ir juntos a todos lados. Al principio no hablaban mucho, luego se abrieron y se hicieron amigos. Mejores amigos.

No muchas personas, aparte de los Sly, se acercaban a ella. Los mestizos y sangre pura sabían quién era su padre. Y ahora que el hombre estaba prófugo era peor, el primer día todos susurraban cuando la veían en los pasillos o cuando entraba al Gran Comedor. Aun así, con una máscara de indiferencia, fingía que los comentarios no le importaban.

"Ella es su hija"

"Probablemente está tan loca como su padre"

"Se reía como un maniático cuando lo atraparon, probablemente ella es igual que él, hay algo en sus ojos"

Algo en sus ojos, sí claro.

Se levantó del sofá en el que estaba recostada y salió de la sala común. Era un buen momento para charlar con el profesor Lupin. Después de todo, el le había dicho que podían hablar.

hate; wizarding worldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora