1 - Mal día I.

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Me levanto apresurada de la cama, lanzando las sabanas por los aires. Chocando con lo que tuviera en frente. Ya que, mi despertador de un día para otro le provocó no funcionar, haciendo que me levante dos horas tarde. Y como no era la primera vez que llegaba tarde al trabajo, supongo que mi jefe no iba a estar muy feliz.

Mientras busco como loca mi peine y a la vez me pongo mi camiseta negra que combina con mis botines deportivos negros con blanco y mis jeans azul marino, oigo el tono de mi teléfono que esta en la mesa de noche junto a mi cama. Corro para atender, pero tropiezo con la pata de la cama y caigo al suelo, encontrando el peine bajo el mueble. Estiro la mano aún en el piso y tomo el teléfono contestando.

—¿Hola? —digo con voz adolorida.

—Hola, Halia. ¿Cómo has estado? —me responde una voz masculina mayor.

—Hola, papá. Todo bien, aunque me levante tarde y estoy algo apurada.

Me levanto y con el peine comienzo a bajar mi largo y enmarañado cabello hasta la mitad de mi espalda con crisis de identidad. Me refiero a que en ocasiones se ve castaño claro y otras veces se ve rubio levemente oscuro. Por favor, decidete. No acostumbro llevarlo suelto, así que lo recojo en una coleta.

—¡Ja, ja! Tan raro en ti —me dice con ironía—. Bueno, solo quería saber si vendrás cuando salgas del trabajo, recuerda que vamos a remodelar la casa. Ya compré un bote de pintura para la sala. ¿Y puedes comprar, por favor, cinta adhesiva?

Mi padre es un hombre de unos cincuenta y dos años, a pesar de su edad, le gusta estar activo en cualquier actividad que le interese. Ha querido remodelar su casa desde hace años, pero no había podido, así que lo ayude un poco. La hemos arreglado solo nosotros dos. Él es toda la familia más cercana que tengo. Mi madre se divorcio de él cuando yo tenía seis años y se fue sin comunicarse con nosotros ni una vez. Desde entonces solo hemos sido él y yo.

—Claro, papá —respondo—. Pero ni se te ocurra hacerlo solo. Espera a que llegue. Debo irme. Adiós, papá.

—Sí, ok. Pero no te tardes tanto. Bueno, te dejo o llegaras tarde. Adiós.

Recojo mis llaves y tomo un trozo de pan que tengo en el microondas como desayuno.

Antes de salir corriendo de mi pequeño departamento, me veo en uno espejo que hay junto a la puerta. Observo como mis ojos marrones están levemente hinchados porque acababa de levantarme. Sin embargo, no hay mucho que pueda hacer, ya es tarde. Así que salgo de la casa y bajo rápido las escaleras hasta la planta baja.

Luego de unos veinte minutos en autobús, llego a mi trabajo. Subo las escaleras lo más rápido que puedo, ya que el elevador no funciona. A pesar de que no me pagan muy bien y que el lugar en ocasiones parece apocalíptico y muy descuidado, no me va tan mal.

Ruego por que mi jefe este distraído con alguna de las chicas nuevas. Él es un idiota que solo le interesa "ligar" con chicas lindas y con cuerpos bien desarrollados. A comparación, ni mis senos o glúteos son muy grandes -o firmes. Soy muy floja para intentar ejercitarme. Mi cuerpo no es el más hermoso de todos pero me siento bien con él.

Llego al tercer piso, trato de escabullirme en silencio hasta llegar a mi escritorio. Cuando estoy a punto de alcanzarlo, choco con un hombre un poco obeso de baja estatura. Al ver su cara, noto que es mi jefe viéndome sorprendido por encontrarse conmigo. Es extraño que no este enojado y eso me preocupa.

—Hola, Halia. ¿Cómo estás? Te ves bien hoy —me dice alegre mientras me sonríe.

¡¿Pero qué demonios?! ¿Desde cuando al imbécil de mi jefe le interesa alguien que no tenga los senos al descubierto? Esto se ve sospechoso. Más aun porque hoy es el día en el que debo verme peor que todos.

¿Por Qué Me Tocó Este Idiota?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora