3 - Esfuerzo.

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Ha pasado casi un mes desde que mi padre esta en la clínica. Como no encontré otro trabajo, Jess permitido emplearme en su bar para tener algún ingreso y pagar los gastos médicos. Servir bebidas no es lo mio. Soy muy lenta. Pero me sé defender un poco al menos.

Aun trabajando en el bar, las propinas, mis ahorros y algo de dinero que Noah, Jess e incluso Jhony me han dando, he tenido que vender varios de mis electrodomésticos e incluso mi departamento para poder pagar la estadía en la clínica y el tratamiento de mi padre. Ha sido difícil.

Ahora vivo en la casa de papá. La mayoría estaba toda hecha un desastre, ya que el día del incidente estaba planeado arreglarla, y, obviamente, no podía gastar en hacerlo. Por suerte, Jhony y su abuela, una amiga y vecina de mi padre, me ayudaron a al menos hacerla habitable.

Muchas de mis cosas de cuando era niña seguían como las deje. En mi cuarto aun abundaban los peluches como si fuera juguetería. No solía jugar mucho con muñecas y esos bebes de juguete me aterraban, pensaba que por la noche se moverían y me verían dormir. Esa idea me daba pavor. Los peluches eran lo único que siempre me han gustado, pero no los típicos osos de peluche, sino todo el zoológico de felpa y otros más. Mi padre nunca dudaba en darme todo lo que quisiera y necesitara.

Luego de salir de mi turno en el bar, Jess me da unos billetes como pago semanal y con las propinas de los últimos días tengo suficiente para pagar la siguiente semana de la clínica.

—Cuidado por ahí, amiga. Saluda a tu papá —se despide Jess mientras cuenta el dinero de la caja.

—Descansa. No te esfuerces demás —me dice Noah preocupado abriendo la puerta del negocio por mi.

—Tranquilos, gracias. Adiós.

Cuando llego a la clínica me quedo unos minutos en la recepción pagando la estancia y unos días de tratamiento. Luego de eso solo me queda exactamente para compra mi cena de hoy, tal vez una hogaza de pan y un poco de café que me sobro de la mañana. Aunque parezca sencillo es muy delicioso.

Termino y subo al segundo piso donde esta la habitación de mi padre. Entro y veo que él esta viendo su celular con unos lentes negros que lo ayudan a ver mejor. La alegría en sus ojos marrones iguales a los mios cuando me ve, me anima diariamente.

—¿Cómo estás, hija? ¿Por qué te tardaste? —me pregunta un poco preocupado, normalmente, siempre llego a la misma hora. Deja el teléfono a un lado y me siento en una silla junto a su cama cansada.

—Perdón, papá. Estaba pagando la clínica y la recepcionista estaba hablando por teléfono. Me ignoraba a propósito. ¿Tu como te sientes?

—No me estoy muriendo. O al menos no todavía —bromea. Mi padre y yo solemos tener un sentido del humos un poco cruel. Digamos que nos gusta verle el lado divertido a los problemas.

—Muy gracioso —digo seria fingiendo que su comentario no me hizo gracia, aunque, en parte, así fue.

—¿Te fue bien hoy en el trabajo?

—Bueno, dentro de lo que se puede decir. No hubo peleas al menos. Pero las propinas... —me detuve un segundo. Las pocas propinas que ganaba eran lo que más nos ayuda, ya que el sueldo semanal que gano en el bar lo gasto en la clínica. No quiero que se preocupe— han sido buenas —miento—. Me han ayudado mucho.

—Eso es bueno. Así no gastas todo tu dinero en mi —dice algo apenado.

—¿Y qué? Esto es mucho menos de lo que tu me has dado. Te lo debo, y no me gusta deberle a nadie —bromeo.

El afecto físico no es algo que nosotros expresemos mucho, debe ser de familia. Somos igual de secos son todo el mundo. Aun así, mi papá nunca pierde la oportunidad de expresarme cariño cuando puede.

¿Por Qué Me Tocó Este Idiota?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora