10 - Novia.

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Danien

La luz del sol golpeando mi cara hace que despierte de mi tranquilo y pacífico sueño. Que molesto, tan feliz que estaba durmiendo.

—A levantarse —exclama su suave voz abriendo las cortinas—. Sabes que odio cuando duermes hasta tarde. Los hombre no debe ser flojo.

La linda rubia se para a un lado de la cama viendo mi rostro. Casi no logro distinguirla, mis párpados aún están soñolientos y mis ojos borrosos.

—¿Que hora es? —pregunto con cansancio cubriéndome con las sabanas.

—Las 7:30 —responde alegre. A veces, en serio, odio cuando hace eso de despertarme ¡tres horas antes!

—Karen... debo ir a la oficina a las 10:30 —menciono.

—Lo sé. Pero prometiste que iríamos de compras hoy.

Es en serio. ¿Me despertó a esta hora para eso? Ya le había regalado ropa y maquillaje. ¿Acaso las mujeres no se cansan de comprar?

—Sí. En la tarde. Es muy temprano para eso.

—Vamos, amor. Lo prometiste —ruega.

Rayos. Eso me pasa por ser tan bueno. Si no fuera ella no me levantaría de esta cama. Además, ellas es muy insistente. Si no lo hago, me molestara hasta que vaya.

Me incorporo y aclaro mis ojos, sin embargo, aun mi vista sigue nublada. Que flojera. Karen se sienta a mi lado y me le acerco para besarla, pero ella me detiene.

—Acabas de levantarte. No te besaré hasta que te laves la boca —espeta asqueada. Ella siempre es muy pulcra y delicada con ese tema, no le gusta nada que tenga que ver con la mugre.

—Oh, lo siento —me disculpo apenado.

—Y apresurate que es tarde —ordena saliendo de la habitación.

¿Tarde? Pero si son las siete de la mañana. En serio, en ocasiones, no la entiendo.

Me estiro un poco antes de salir de la cama y dirigirme mi baño personal dentro del cuarto. Luego de un rato de ducharme, lavar mis dientes y ponerme otro fastidioso traje, salgo al pasillo. No hay mucho ruido, los empleados en la casa a penas se están levantando. Bajo los escalones hasta el comedor principal en el primer piso. Ya estoy adaptado a las casas grandes. Mi padre era fanático de ellas. Sin embargo, mi casa es mucho más pequeña en comparación a la de mi niñez.

Celena me recibe con cortesía ofreciéndome asiento en la mesa para desayunar, pero antes de disponerme a comer, Karen aparece de la nada.

—Amor, ya vámonos —sentencia apresurada.

—Pero no he comido —me excuso inocente.

—No importa, comes de camino —ordena jalandome del brazo hasta la salida de la casa. ¡No, mi desayuno!

Entramos al auto que, curiosamente, nos espera fuera, acompañado de Stevenson, mi multiservicio, o así lo llamo. Su trabajo específico es como mi asistente, pero siempre se dedica a realizar cualquier otra tarea que necesite. Karen se sienta en el copiloto y yo en la parte de atrás, como siempre lo hacemos cada que yo no soy el conductor.

—¿A dónde, señor? —pregunta Stevenson viéndome por el retrovisor.

—Al centro, cariño —le responde la chica a su lado sonriente acariciando su hombro. Sin embargo, este le lanza de reojo una mirada furtiva como respuesta.

Stevenson sigue viéndome, esperando a que diga algo. Nunca le ha agradado Karen. La apoda de interesada y maliciosa. Pero es mi novia, debe respetarla le guste o no. Sé que tiene un carácter fuerte y es un poco manipuladora, pero yo la quiero así. A veces.

¿Por Qué Me Tocó Este Idiota?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora