9 - Accidente.

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Me siento como una villana, pensando en su próximo plan siniestro. Solo que estoy pensando en ¿cómo demonios voy siquiera a acercármele sin parecer desesperada por su atención?

Esto me recuerda al primer día de clases, cuando te ponías nervioso por conocer a alguien. ¿Le hablo o no le hablo? ¿Le hablo o no le hablo? Pero ya no estoy en la escuela. Vamos, Halia, tienes veinticuatro años, solo ve y dile "hola". Claro, como si fuera tan fácil. Hablamos de la mujer con más dinero en toda la ciudad, no se interesara por cada persona que le salude por la calle.

Tomo un sorbo de mi taza de café y luego una mordida a la rosquilla que lo acompaña. Tengo hambre. Me senté en una de las mesas fuera del cafetín, cerca de ella, para no parecer sospechosa.

¿Y si la secuestro? Sería más fácil. ¿Qué necesitas para mantener a una persona cautiva? ¿Cuerdas?... Pero en qué demonios estoy pensando. El estrés me está enloqueciendo.

¿Qué tal si mejor solo llamo su atención arrojándole algo? Así ella se volteara y al verme puede que se acerque por su cuenta. Un plan de mierda, pero es todo lo que tengo, así que se queda. Bien, ahora la pregunta es: ¿con qué?

Busco a mi alrededor qué podría usar para llevar a cabo mi pésima idea, pero lo único que encuentro son rocas en una larga maceta decorativa con diferentes tipos de plantas. Bueno, será eso. Así que tomo unas pocas.

Debo tener cuidado, no quiero lastimarla, pero deben caer cerca de ella para que las note. Para ser honesta, no estoy tan preocupada por eso. La puntería es algo en lo que soy buena, no perfecta, pero si apunto bien no la golpearé.

Arrojo una primero, para ser más "discreta". ¿Qué tiene de discreto lanzarle piedras la gente? El mineral grisáceo cae exactamente sobre su mesa. Perfecto. La chica la ve y, aunque este de espaldas a mí, veo como la mueve para analizarla. No sabe de dónde salió, obviamente. Así que aprovecho a lanzar otra. Me siento como esos chicos en los libros o hasta películas que arrojan rocas a la ventana de sus enamoradas. Debo verme patética.

Mi segundo intento callo junto al primero. Sin heridos, ni accidentes. Todo bien. Ahora, ella ha comenzado a buscar de donde vienen aquellos objetos. Moviendo su cabeza de un lado a otro. Como acto final, alisto mi mano para arrojar la tercera y última piedra.

Sin embargo, la castaña chica voltea a ver detrás de ella con la intención de conseguir a su agresor. Desgraciadamente, y muy desgraciada, la roca ya se había desprendido de entre mis dedos en su dirección.

El fuerte sonido de un coco cayendo retumbo por todo el lugar cuando la piedra se encontró con la cabeza de Teresa. Para luego caer de su silla.

—¡AH! ¡ALGUIEN LLAME UNA AMBULANCIA! —grita una mujer asustada al ver el cuerpo de Teresa en el suelo.

¡Mierda! Tierra trágame. Solo quiero salir de aquí y escapar, pero fue mi culpa. No puedo ser tan imbécil como para dejarla ahí tirada.

Me levanto rápidamente y un grupo de personas la rodean. De repente, ella se levanta quedando sentada en el piso. Me poco sobre mis rodillas para quedar a su nivel y observar su estado. Ella soba su cabeza confundida y adolorida, y, brevemente, pude ver su frente. Tiene un gigantesco monte Everest justo sobre una ceja. Rayos, ¿qué hice?

Oigo como la gente murmura y solo se quedan viendo sin hacer nada.

—¿Estas bien? —le pregunto dulcemente para no aturdirla.

—Me duele la cabeza —responde sujetando su frente mientras ve hacia el suelo.

De pronto, un par de hombres altos y fornidos la ayudan a pararse. Ya de pie, ella desvía la mirada y me ve, con confusión. Queda unos pocos segundos analizando mi rostro, recordando donde lo había visto. Y al recordarlo, se sorprende.

¿Por Qué Me Tocó Este Idiota?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora