44.- ¿La caída de un ídolo de pies de barro?

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HP&SS

En el bufete de abogados de Pilliwickle, McLead & Twigge se encargaba de los asuntos legales de la familia Malfoy desde hacía ya más cuatro generaciones, cinco contando al joven heredero. Y desde el inicio del declinar en salud del difunto Lord Abraxas, tenían redirigida toda la correspondencia oficial y la no personalmente autorizada de los Malfoy. En tiempos más recientes, comenzaron a tratar la del matrimonio Prince-Peverell, y después se les habían ido sumando la de Lord Black y su esposo Lupin, y los Black-Tonks.

Ted era un buen abogado con un pequeño despacho legalmente acreditado en el mundo muggle, y emplear sus servicios para cubrir las necesidades legales de sus clientes en ese lado de la valla, aunque había requerido un meticuloso contrato repleto de larguísimas cláusulas, era todo un acierto. Si bien siempre habían recibido una cierta cantidad de amenazas, cartas maliciosas, e incluso alguna verdaderamente dañina en el manejo de la correspondencia de los Malfoy, no podían hacer frente a la actual avalancha sin ayuda. No cuando estaban trabajando a tiempo completo en numerosos frentes.

Después de afinar por completo los detalles contractuales, relocalizaron por completo en Gringotts la gestión de limpieza de la correspondencia de sus clientes. Era más eficiente y barato que pagar indemnizaciones por gravosas lesiones en el puesto de trabajo.

La bola de nieve de imputaciones y demandas contra el laureado vencedor de magos oscuros; defensor de los nacidos muggles, casi perfecto y antaño virtualmente intachable Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, finalmente alcanzó su tamaño crítico; explotando como una fina bomba de relojería, y derribó con su inconmensurable peso toda oposición a su progreso.

Amelia Bones se encontró de repente con muy bien documentado expediente con tal cantidad de acusaciones y pruebas preliminares que bajo las propias leyes que les regían, no tenía otra opción que presentar de inmediato el caso ante el Ministro. Sin dilación. Que igualmente obligado (políticamente era un movimiento muy arriesgado, bordeando en suicida) tuvo que espolear con firmeza la lenta maquinaria del usualmente perezoso en ponerse en marcha Wizengamot. Y el comité del tribunal finalmente se enfrentó a una nueva (enorme y embrollada) madeja que añadir la compleja trama entrecruzada de acusaciones contra Dumbledore.

Las simples demandas económicas por salarios no devengados a tiempo, sus intereses y los precios por las pociones elaboradas por Severus hacía tiempo que habían sido resueltas. Incluso la más dificultosa demanda interpuesta por daños económicos derivados de la congelación de las cuentas de Severus y de las de Evans.

Pero aún quedaba por resolver la mucho más compleja de compensación económica por daños morales a su imagen pública y por los perjuicios a su carrera de pocionista, por los años en que Dumbledore continuó teniéndole "bajo su tutela" y restringiendo de facto su libertad a un virtual arresto domiciliario en Hogwarts. Y la aún más complicada demanda del Instituto de Salem, por la pérdida de Evans como alumno para el prestigio de su escuela.

Pero incluso esas, aunque complejas, no eran sino cuestión... económica. Reclamaciones de dinero que podía atribuirse a la avaricia, el ansia de venganza o simple deseo de enlodar el buen nombre de un pilar de la sociedad mágica británica. Nadie había puesto en tela de juicio la recta moralidad y bondad que inherente que se presuponía de Dumbledore.

Hasta ese momento, el Wizengamot había estado debatiendo (comentando sin prisa, pero acaloradamente) si las numerosas acusaciones de robo, hurto y apropiación indebida presentadas por Evans eran realmente admisibles.

Pero ahora... se enfrentaban a algo completamente diferente. Tan incomparable como un minino con un tigre. Un indefenso recién nacido gatito doméstico frente a tigre siberiano adulto... salvaje, hambriento y furioso. Las acusaciones realmente graves, cuidadosamente documentadas y preparadas, deliberadamente demoradas hasta el momento oportuno, saltaban a la palestra con toda la fuerza ahora. Eran tantas y tan graves que habían forzado absolutamente la mano del Wizengamot en convocar con extrema urgencia al acusado. Inmediatamente.

Una Pareja ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora