26.- El baile más esperado

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Con el corazón alegre (y un contrato blindado por los próximos 5 años en el bolsillo, garantizándole una bonita, escandalosa suma de dinero por el derecho exclusivo de 4 de sus pociones curativas en el territorio de la Unión) Severus sobrellevó con elegancia inclusive la intromisión de Sirius y Remus en su vida. Estaba deseando recobrar su familiar alojamiento, con dormitorios independientes, aunque algunas partes de su ser, se revelaban en furiosa protesta. No importaba cuán lejos y en borde de la cama se acostara... amanecía invariablemente con una mata de pelo negro y rizado haciéndole cosquillas por algún lado. Y Evans parecía tener propensión a aferrarse a él mientras dormía... la tercera noche intentó poner disimuladamente una almohada entre ellos cuando Evans se quedaba dormido... ¡Y ni aun así! Esa madrugada se despertó con un súbito jadeó, en medio de un sueño muy... sofocante. Con Evans literalmente asaltando la susodicha almohada atrapada contra su cadera y dejando ir pequeños gemidos en su hombro... Severus creyó que iba a darle un infarto o algo, mordiéndose los labios con fuerza y rígido... muuuy rígido. Tuvo que escurrirse al baño para darse una ducha cuando Evans estuvo de nuevo plácidamente relajado. Eso o intentar dormir con los inconfortables resultados en su pijama, en unas sábanas que no habían sobrevivido intactas al agarre de sus desesperados puños.

Draco esperaba ansioso en el andén, sentado junto a su madre en uno de los bancos, mientras de pie junto a ellos, Lucius disuadía a cualquiera con su mera presencia (imponente y dominante, bastón en mano) de reclamar un espacio en el largo banco. Un timbre sonó, y el personal se apresuró a colocarse en los puestos indicados. Con un gran sonido de vendaval, seguido del chirriar de hierros, el vagón emergió del final del túnel y se deslizó hasta su lugar en el centro del andén. Con un ¡Swossh! Las puertas se abrieron cuando el artefacto estuvo asegurado en su puesto.

La bruja de asistencia entró con su sonrisa falsa y pronto empezaron a salir viajeros en diferente estado de disconfort y desarreglo, algunos trastabillando y a todas luces incapaces de recoger sus equipajes en ese momento. Casi los últimos en salir, para impaciencia de Draco, fueron Evans y Severus. Con una sonrisa radiante, el ojiverde agitó la mano y apresuró el paso, dejando algo rezagado a Severus, que cargaba con un voluminoso paquete. Lucius alzó una ceja y sus labios se fruncieron en una imperceptible sonrisa y Severus suspiró inaudiblemente. Tras un abrazo por parte de Narcisa, Draco murmuró con aire impaciente:

– ¿Y bien? ¿Dónde está mi regalo?

Evans se rio entre dientes, dando un vistazo divertido mientras Severus estaba ocupado en recuperar todo su equipaje. El mozalbete encargado de entregar las maletas, palideció y casi se tropezó con sus propios pies, en su afán de coger los resguardos que Severus le tendía para localizar los bultos de equipaje a que correspondían. Mientras antes estuviese el temido profesor de pociones lejos de él, mejor. Mirando a Draco murmuró:

– Como no estaba muy seguro... te he traído varios ejemplos de la moda local. Y por supuesto, cuando nazcan, una de estas beldades será para ti.

Evans abrió la tapa de la gran caja de cartón piedra ranurado y Draco se asomó con curiosidad evidente, mientras Lucius inclinaba la mirada. Narcisa dejó ir un suave "¡Oooh!" Y Draco parpadeó un par de veces. Antes de reaccionar y exclamar con la incredulidad tiñendo de dudas su voz:

– ¿Para mí!? Mmh, y... ¿Exactamente qué son?

Severus les alcanzó en ese momento, mientras Lucius contemplaba con interés y curiosidad los 10 huevos acomodados cuidadosamente en oquedades acolchadas. Eran autenticas preciosidades... evidentemente grandes aves de presa, búho real* quizás por el tamaño; pero para un entendido en cetrería, la forma era levemente diferente. Poniendo una mano en el hombro de Evans murmuró:

– Puedes elegir la que quieras Draco. Las águilas calvas* son sobre todo piscívoras y necesitan un lago, rio o acceso al mar y usualmente solo anidan en el mismo territorio donde nacieron. He conseguido hacerme con dos jóvenes parejas que descienden de ejemplares criados por los magos nativos americanos desde hace generaciones, entrenadas como mensajeros en ciertos rituales y ceremoniales; por lo que al igual que nuestras lechuzas, son ligeramente diferentes de sus parientes salvajes, influenciadas durante siglos por la magia ambiental hasta ser ligeramente mágicas ellas mismas. Espero lograr convencerlas de que aniden aquí por primera vez. Prince Hall ofrece un excelente lugar de cría, y en todo caso cuando estos huevos eclosionen, es lo más probable que los polluelos elijan en la edad adulta crear sus nidos aquí.

Una Pareja ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora