Draco Malfoy tenía una impresión dividida de las presentes Navidades. Habían sido horribles. Nunca había estado seriamente enfermo... y su experiencia con la medicina muggle había elevado hasta las nubes su valoración de los mismos. Y al mismo tiempo, estaban siendo estupendas. Un regalo de un centauro... (Y no de cualquier centauro, sino de Firenze!) era algo muy especial. Draco tenía tendida encima de las lujosas colchas de su cama la rustica pero suavísima manta de piel de cordero, y la arrastraba consigo al sofá para acurrucarse frente al fuego. Le reconfortaba tenerla cerca.
Su padre le informó de las medidas disciplinarias contra Ron, y de cómo iban los tramites de la demanda legal que había presentado. Saber que Ron estaba fuera de la escuela era reconfortante. Su madre incluso le transmitió las disculpas de su padrino y de Evans. Era poco probable que pudieran acudir a la fiesta de Fin de Año prevista. Y cuando su padre le informó del inteligente castigo con la comida de Ron, a instancias del propio padre del muchacho, Draco alzó ambas cejas mirando los restos de su bandeja. Con una sonrisa de cocodrilo su padre añadió suavemente:
– Está recibiendo una ración sacada del mismo caldero que tú... lo cual no quiere decir que ambos platos sean exactamente iguales...
Draco ladeó la cabeza lentamente y murmuró:
– Como no son exactamente iguales dos raciones sacadas del mismo caldero...
Su padre le revolvió el pelo y murmuró:
– Precisamente. Por ejemplo ayer para cenar has tenido un sopa de pollo, no? Pues digamos que en la porción que Dobby ha enviado a los Weasley había bastante sopa, pero no mucho pollo.
Draco sonrió, relajándose y acariciando la manta. Todavía estaba muy débil, y según estimaba el sanador, necesitaba un par de días más para que su estomago se recuperase del todo y retomar una dieta más normal, aunque con precauciones. Era una pena perderse la excelente comida, y por supuesto, el baile previsto para Fin de Año se suspendió. Narcisa envió las urgentes misivas a todas las esposas anunciando la cancelación y ofreciendo sus más sinceras disculpas, y aludiendo al "delicado estado de salud de su hijo".
Casi todas sus cartas recibieron una respuesta interesándose por Draco y con tan simple gesto, Narcisa tuvo a todas las damas de la alta sociedad murmurando en el oído de sus esposos en contra de Ronald. Y algunas también comentando sobre el descarado comportamiento de su hermana Ginebra. Apartó el libro de criaturas mágicas que su madre le había regalado por navidad. Ya había devorado la parte dedicada a los centauros. Sacó su cuaderno, consultó el libro de referencia una vez más y continuó dibujando con una sonrisa en los labios. Como no se le ocurría nada que poder regalarle a un centauro, que tenían escaso interés en cosas materiales, le estaba haciendo un dibujo personalmente...
HP&SS
Las navidades del 92 se grabaron en la memoria de Arthur como una de las peores de su vida. Todo empezó con un reguero de cartas portadoras de malas noticias. Aunque quizás se podía argüir que realmente desde el principio de curso se venía fraguando el desastre. El incidente con su coche encantado destacaba como un faro en la mente del patriarca Weasley. Y justo a su lado, el encuentro en la librería ocupaba un lugar prominente. Culpándose por no haber visto los signos antes y por haber ido dejando cada vez más la disciplina y educación de sus hijos en manos de Molly, Arthur entró finalmente en la chimenea de Minerva, rumbo a su casa.
Los gemelos estaban silenciosos y sorprendentemente serios, sentados en una esquina de recia mesa de la abarrotada cocina. Percy no paraba de hablar y contar detalles, mientras miraba un poco por encima del hombro a sus hermanos... que estaban siendo a medias consolados, a medias regañados por su madre, uno a cada costado, en el otro lado de la mesa. Ginny protestaba agudamente y Ron tenia las orejas rojas. Arthur apretó los dientes y exclamó:
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Una Pareja Imposible
FanficHarry es un empata forzado a extremas medidas. - Está bien El ojiverde sonrió radiantemente y abrazó muy tímida y desmañadamente al hombre susurrando en su pecho, los ojos quizás un poco demasiado brillante: - Muchas gracias Severus El hombre suspi...