12.- Marca de lealtad

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Abandonaron el laberinto, sin dejar más huella de su paso que una piedra perdida y un complemento de ropa. Tenían aún mucho que hacer esa noche, y llamando a uno de sus elfos, Severus tomó una dosis de poción básica energizante de su maletín portátil de pociones y la derramó sobre la piedra, recogiéndola en un nuevo vial y removiendo. Evans bebió de un trago el líquido ofrecido, mientras Severus murmuraba que una de las propiedades de la Piedra Filosofal era magnificar las cualidades de las pociones que tocase. El elfo les dejó directamente en el bosque, y regresó instantes después con un completo cofrecillo de recolección de ingredientes.

Con respeto y delicadeza, ante los atentos ojos de la manada de unicornios, los dos trabajaron para recolectar los elementos aprovechables: recortaron la cola y las crines, usaron un hechizo para remover los huesos que fueron a parar a un gran cajón, con especial cuidado para el cráneo, con el cuerno aun fijado. Ronan lloraba ruidosamente. Despegaron los cascos, extrajeron la leche de las ubres y recogieron todo el pelo suelto que pudieron con bruzas y cepillos. Severus vaciló, incluso a él le parecía increíble, pero el semental le empujó el hombro con el hocico y el hombre uso la varita para cerrar la herida por la que antes asomaban las entrañas del animal.

Hagrid llegó, con los agotados niños arrastrándose detrás de él, y un satisfecho Draco montado en el lomo de un saltarín y sonrojado Firenze. Sinistra alzó una ceja, y Flitwick rebotó sobre los pies. El cuerpo flácido y sin forma del unicornio reposaba en unas parihuelas y el semigigante se sonó ruidosamente la nariz.

– ¡Oh pobrecito!¿Al final esa bestia le alcanzó?

Severus murmuró:

– Evans dice que todo lo que vio parecía una manta o una capa rugosa. Podría ser un lethifold, aunque por las heridas, es mucho más grande y con garras. Probablemente algún cruce experimental no autorizado o una transformación fallida. Los centauros lo han ido llevando hacia la cañada del norte.

Hagrid palideció un poco (esa cañada era el hogar de Aragog) Bane se encabritó y gruñó:

– ¡Se lo merecía! Deberíamos dar reposo a esta pobrecilla... y a su hermana.

La dispareja comitiva; magos, centauros y unicornios, tras recoger los restos del otro unicornio fallecido, llegó hasta un bello prado. SilentThunder galopó hasta un pequeño árbol, un acebo solitario que extendía sus ramas sobre la hierba y rascó el suelo con la pezuña. Los magos abrieron un hueco en la tierra con prontitud, y los restos de Moonligth Dancer y Silver Cloud fueron entregados a ella, y cubiertos con suavidad. El potrillo relinchó lastimero y el gran semental le rozó con el morro. El semental relincho y las otras yeguas respondieron. Una de ellas, con un potro muy crecido a su costado, se acercó al huérfano Zenit Star y lo llevó con ellas.

Los magos regresaron al castillo, sin que nadie cuestionara la historia o la presencia de Severus. Evidentemente, Evans le había llamado. Los alumnos de Griffindor estaban aterrados, helados y agotados y encontraron a una agitada Minerva aguardando su regreso con impaciencia.

– ¡Cielo Santo! ¿Cómo es que has tardado tanto Hagrid? ¡Hace horas que debían estar de vuelta!

El hombretón carraspeó y murmuró ininteligiblemente entre dientes. Y Severus resumió en un par de frases la noche. Evans había encontrado al unicornio agonizante, y visto una criatura extraña. Los centauros habían conducido al atacante hasta una quebrada, nido de las acromántulas. Tras recoger los elementos aprovechables, enterraron los restos de los dos unicornios fallecidos. Con sequedad, Severus murmuró altivamente:

– Cancela todas las clases de pociones de mañana, Minerva... cuando terminemos de sortear las partes de unicornio, Evans y yo nos iremos derechos a la cama y no estaremos en condiciones de dar clases con un par de horas de sueño... ni Draco tampoco, por supuesto.

Una Pareja ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora