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Paseaba con Shoyo, lo llevaba de la mano, habían comprado algunas cosas en el super mercado y ahora se dirigían a dejar unos papeles en la universidad en la que había postulado para ingresar. Llegaron a las oficinas del campus, soltó la mano de Shoyo, lo sentó en las sillas de espera y a su lado le dejó la bolsa de compras.

—Quédate aquí, tengo que entregar este sobre y luego nos iremos.

—Está bien.

Comenzó a mover sus piernas y observar su alrededor, por lo que Bokuto creyó que todo estaba bien, su bebito estaría bien.

Vio a su padre acercarse a la puerta de madera que había al final del pasillo, tocar y luego entrar, se enfocó en la ventana, podía escuchar algunos gritos por fuera, no eran "malos", sonaba a que se estaban divirtiendo, Shoyo quería divertirse, volvió a mirar hacia la puerta, tal vez podría ir a ver qué pasaba y regresar antes de que su padre saliera. Bajó de la silla con cuidado y salió para buscar el lugar del que provenían los sonidos de diversión.

Eran unos muchachos jugando voleibol en una pequeña cancha dentro del campo, se sentó en la orilla de la cancha y les observó con atención. No sabía que era lo que pasaba, pero se veía divertido, de un momento a otro, la pelota rodó hasta sus pies.

—Oye, pequeñito, pásanos la pelota— se levantó para tomar la pelota y caminar hasta los chicos.

—¿Estás solito? — un chico de cabello gris se acuclilló para mirarle a la cara.

—No, mi papá está allá— señaló tras de él, una jardinera cubría la vista, pero el chico entendió que se refería al edificio de oficina, a lo mejor era el hijo de alguno de los directivos.

—¿Cuál es tu nombre? — le tomó en brazos y lo acercó al resto de los chicos.

—Shoyo.

—Vamos a jugar, pequeño Shoyo.

(...)

—Muy bien, joven Bokuto, espero verlo pronto en el comienzo de su primer semestre el año entrante.

—Gracias, me esforzaré mucho.

Al salir su sonrisa se borró, la bolsa de las compras estaba ahí, pero no su bebé. Tomó la bolsa y salió en búsqueda de su pequeño, no podía ir muy lejos ¿o sí?

—¡Shoyo! — gritó en el pasillo del exterior, pero nadie le respondió, los estudiantes que estaban allí, le miraron con algo de extrañeza. —¡Shoyo, cariño, ¿dónde estás?!

Comenzó a llorar por el pánico, la incertidumbre y el miedo a no ver a su niño de nuevo, temía lo peor, le buscó en los baños y la cafetería, le preguntó a cada persona que encontraba y mostraba la foto de su niño, con esperanza de que le dijeran que lo habían visto. Rodeó las jardineras y pudo verlo en brazos de un joven de cabellos grises.

—¡Shoyo! — su voz había salido temblorosa, pero fue suficientemente clara para que su pequeño girara su cabeza.

—¡Papi!

El joven que lo sostenía comprendió que debía soltar al niño, por lo que lo puso en el suelo y contempló como el pequeño corría a los brazos de su papá.

—¿Por qué te fuiste? — preguntó en cuanto lo tuvo en sus brazos— Me asusté mucho, creí que ya no te iba a ver.

—Lo siento, sólo quelia vel que hacían— comenzó a llorar también, siempre lloraba si su papá lo hacía.

Se abrazaron por un rato, ambos se calmaron.

—No le digamos a Kuroo.

—Será un secleto, si mamá se enteda, te dejadá dumieno en la calle, no quiedo que eso pase.

Kotaro se pasó la mano por su cara para limpiar sus lágrimas, sostuvo con firmeza a su niño y se acercó a los jóvenes, el de cabello gris les miraba con ternura.

—Gracias por cuidar de él.

—No hay problema, me gustan los niños y mis compañeros están acostumbrados, algunas compañeras son madres solteras.

—De todos modos, gracias.

—Tranquilo, su hijo es buen niño, muy educado el pequeño— le apretó la nariz con cariño—Ya no asustes a tu padre.

—Clado que no Sugawada, sedé un buen niño— prometió.

—Tenemos que irnos.

Shoyo sacudía su mano para despedirse de los jugadores, mientras se aleja.

Bokuto sigue sosteniendo firmemente el cuerpecito entre sus brazos, ya no quiere que se vuelva a ir, no le gustó sentir ese miedo tan paralizante, ahora se siente mejor, lo tiene en sus brazos y la calidez de su cuerpecito le devuelve la vida.

Ser padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora