15.

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Shoyo estaba más alegre, se le notaba, pasó el fin de semana pensando en Bokuto y el problema con el niño, le preocupaba que las cosas terminaran mal

—Eres muy bueno haciendo los ejercicios de caligrafía— se acercó a él, como siempre, intentando agradarle.

—Gracias—Le sonrió—Profesor.

—Dime— pasó su mano por su cabello, peinando las hebras naranjas.

—Mi papá me quiere mucho.

—Eso lo sé.

—Aunque sean novios, siempre me va a querer mucho, se lo voy a prestar un poquito, pero mi papá es sólo mío.

Sin duda que no esperaba aquellas palabras, no eran novios todavía, sospechaba que Shoyo sabía que su padre estaba saliendo con alguien, pero no estaba seguro de que el niño supiera que era él.

—¿Te gusta el helado? — Su mirada se iluminó de repente— ¿Te parece que a la salida vayamos por uno? Tú papá iría también.

—No puedes comprarme con helado— frunció su entrecejo.

—No intento hacerlo.

—Bien, pero quiero uno grande

(...)

Bokuto estaba en camino a recoger a su hijo, cuando fue interceptado por su madre a unos metros del jardín de niños.

—Hijo— quiso abrazarlo, pero se alejó lo más que pudo.

—¿Qué haces aquí? — preguntó—Y no soy tu hijo, tú misma me lo dijiste hace cuatro años.

—Cariño, perdóname, pero es que lo que hacías no estaba bien, pero ahora tienes un hijo, ya no eres un asqueroso enfermo. — cada paso que avanzaba, Kotaro daba uno para retroceder.

—Sólo dime cómo me encontraste

—Le pregunté a la mamá de Kuroo, le dije que quería reconciliarme contigo y ella me dijo a qué universidad ibas.

Eso significaba que no sabía que Shoyo iba a ese Jardín de niños. Tal vez no lo estaba investigando seriamente ni nada, sólo que su madre se llevaría una sorpresa, porque él nunca estuvo enfermo, por lo tanto, no tenía nada de qué curarse.

—Lo siento, señora— respiró hondo y se paró recto—Las únicas enfermedades que he padecido, son gripa y varicela, no hay nada más de lo que tenga que curarme. — Avanzó, la mujer creyó que era para acercarse a ella, pero su alegría se esfumó cuando lo vio esquivarla para seguir su camino.

—Papi— Shoyo se acercaba, otro hombre lo tomaba de una de sus manos, aquel extraño cargaba las cosas de su nieto. —Vamos a comer helado juntos.

—¿Interrumpimos algo? — preguntó Akaashi al ver a la mujer que parecía consternada.

—No, mejor vamos por ese helado—Cargó a su hijo y tomó la mano de Akaashi.

—Sigues siendo un enfermo asqueroso— Shoyo miró a la mujer que llamó enfermo a su padre, recargó su frente contra la ajena, como tratando de sentir si tenía fiebre, le miró a la cara, buscaba algún rastro de gripa, pero lo veía muy sano, seguro que esa mujer estaba loca— Sólo vas a enfermar a ese pobre niño, lo vas a llenar de tu suciedad.

—Mi papá no está sucio— Kotaro le sonrió a su hijo, él no estaba tomando en cuenta lo que su madre decía, él sabía lo que era—Tampoco está enfermo— le enseñó la lengua y abrazó a su papá.

Siguieron su camino, sin decir nada, Kotaro no quería deprimirse nunca más por las palabras de sus progenitores, su hijo lo amaba, estaba de la mano con quien esperaba fuera su novio y tenía un mejor amigo que le había apoyado en todo desde el comienzo. Akaashi le miraba de soslayo, hasta que llegaron a la heladería, allí dejó que su hijo se acercara a ver los sabores.

—¿Algo que preguntar? — esperaba que dijera que no, nunca es fácil hablar de ello.

—¿De qué sabor vas a querer tu helado?

Ser padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora