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Las cosas marchaban bien, ya había transcurrido un mes desde que ambos comenzaron sus estudios, Shoyo parecía feliz de aprender cosas nuevas. Estaba guardando sus cosas para trasladarse a la siguiente clase, cuando su teléfono comenzó a sonar, no tenía registrado el número, no sabía si contestar, podría ser un estafador o algo así. Pero, de todos modos respondió.

—Señor Bokuto, Buenas tardes, hablamos del Jardín de niños, necesitamos que venga por su hijo, parece ser que se siente mal.

—En seguida voy para allá— se colgó su mochila—Llegaré lo más pronto posible.

El jardín de niños no estaba muy lejos de su facultad, por lo que corrió lo más rápido que sus piernas le permitían, su hijo no se le había enfermado nunca, sólo una vez había tenido temperatura, pero no era por estar enfermo, sino porque le estaban saliendo dientes, hace tiempo que eso ocurrió y de ahí su bebé jamás se ha enfermado. Al llegar a Jardín de niños timbró para que abrieran la reja, sus manos sudaban. El guardia de seguridad salió de su caseta.

—Me llamaron para que viniera por mi niño.

El hombre le abrió la reja, caminó rápidamente hasta la dirección, allí estaba Shoyo, acostado en las sillas acolchadas frente al escritorio de la secretaria. Se acercó a él y acarició su frente.

—Estoy aquí, mi amor—Su bebé abrió un poquito los ojos, le miró fijamente y sonrió débilmente.

—Señor, Bokuto, soy el profesor de Shoyo— Se incorporó para poder hablar correctamente con el maestro, pero se sorprendió un poquito cuando notó que era el mismo hombre de la tienda de ropa, el otro le reconoció y sonrió un poco—Se comenzó a sentir mal a la hora del almuerzo, dijo que le dolía la cabeza, creí que era por hambre, así que le dije que comiera, a lo mejor se le pasaba con ello, sin embargo sus ojos parecían tristes y se elevó su temperatura.

—Gracias, lo llevaré ahora mismo al doctor— se giró a su hijo, le cargó y recargó su cabeza entre su cuello y su hombro— ¿Me podría dar sus cosas?

—Claro, las puse aquí — fue hasta el costado del escritorio de la secretaria y le pasó la mochila con la lonchera. —Espero verlo más seguido, también deseo que el pequeño Shoyo se recupere pronto.

No le respondió, no sabía que decir, sabía que eso tenía un toque de coquetería, no podía pensar en alguna respuesta, sólo quería llevar a su hijo al doctor.

(...)

—Tiene gripa y un poco de deshidratación, por lo mismo— su hijo seguía aferrado a él—Le recetaré un jarabe, no sabrá feo, hoy en día la medicina para niños tiene buen sabor, también recomiendo que le de suero o agua de arroz sin azúcar, también recetaré un tempra, en caso de que la temperatura se eleve, dele frutas, en especial cítricos, pronto estará bien.

—Gracias, cuidaré bien de él.

Pasó a la farmacia, leyó la caja del jarabe, decía que sabía a cereza, cuando él era pequeño, la medicina sabía horrible, esperaba que Shoyo no tuviera problemas para tomar su medicina. Al llegar al departamento, Kuroo ya había preparado una sopa de verduras y un té de manzanilla.

Cuando Shoyo se dio cuenta que estaba en casa, se separó del cuello de su padre y estiró sus brazos hacia Kuroo.

—Me siento mal, mami.

—Pero pronto te sentirás mejor— lo cargó y le hizo señas a Bokuto para que sirviera la sopa y sirviera el jugo—Tu papá y yo vamos a cuidarte bien— caminó hasta la habitación y lo sentó, recargándolo en la cabecera— Comerás lo que te hice, tomarás el jugo, la medicina y dormirás.

—No quería preocupar a mi papi— la confesión hizo que Kuroo se sentara en la cama para prestarle atención—Me sentía un poquito mal en la mañana, pero no quería asustarlo, por eso quise ir al jardín de niños.

—Yo creo que tú papá está más asustado ahora que si le hubieses dicho en la mañana que te sentías mal— peinó sus cabellos para despejar su frente—No le ocultes nada a tu papá, es una persona muy alegre, pero si siente que algo está yendo mal, se deprimirá y bajará su rendimiento, ¿entiendes lo que digo?

—Creo que sí.

—Bien, ahora iré a ver qué hace, porque esa sopa ya debería estar frente a ti.

Cuando salió, se encontró a Bokuto con la bandeja en sus manos, mirando la pared fijamente.

—Creo que piensa que soy inútil.

—No, yo creo que a pesar de que es pequeño, es consciente de que además de ser padre, eres estudiante y dueño de una tienda de ropa, entiende que tienes responsabilidades más allá de él, no quiere cargarte más la mano.

—Mi hijo no debería sentirse así, tal vez debo dejar la universidad.

—No, estás estudiando administración, ayudará a mejorar tu negocio, vas a mejorar la calidad de vida de tu hijo, si lo dejas ahora, lo único que vas a enseñarle al pollito, es a rendirse cuando las cosas se ponen difíciles.

—Odio que seas inteligente. — Suspiró—Tienes razón, gracias.

—No hay problema, si necesitas algo, estaré trabajando en un nuevo proyecto de diseño.

Entró en la habitación, la nariz de su hijo se veía un poco roja, cuando sus miradas se conectaron, se sonrieron, ya verían como superar todo.

Ser padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora