7.

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Akaashi observaba a Shoyo de lejos, el niño estaba dibujando muy concentrado, era evidente que el padre de su alumno era soltero, lo leyó por casualidad en el expediente, no era como si lo hubiese buscado en secreto o algo así. Admitía que el niño se veía muy tierno, llevaba una bufanda esponjosa que casi le cubría toda la cara y un suéter que le hacía ver pachoncito.

Se acercó a él y se acuclilló a su lado—Hola, Shoyo.

—Hola, profesor— su voz fue dulce, pero seguía concentrado en su dibujo.

Puso atención en lo que estaba dibujando, pudo distinguir que era su padre, con muchos corazones a su alrededor

—Es bonito— Shoyo le miró entrecerrando sus ojitos.

—Mi papi me cuidó durante tres días, sin ir a la universidad— explicó mientras regresaba su atención al dibujo—Quiero darle este dibujo porque lo amo mucho y le quiero agradecer.

—Eso es muy dulce de tu parte— peinó sus cabellos—Eres muy inteligente, sabes pronunciar bien las palabras, tienes muchos conocimientos.

—Aprendí en casa— soltó un estornudo, como si fuera un gatito, Akaashi se contuvo de apretar sus mejillas.

(...)

Era la hora de la salida, casi todos los niños se habían marchado, pero Shoyo seguía sentado en su banquita, balanceaba sus piernitas en el aire y miraba su dibujo con una expresión un poco triste, le vio formar un puchero y una lágrima bajó por su mejilla. Iba a consolarlo, pero antes de acercarse, el niño se limpió la cara y cambió su expresión por una alegre.

—Shoyo, hay que ir a la dirección, tenemos que llamarle a tu papá— le tendió la mano y el pequeño se bajó de la silla para tomarla e ir con él.

La secretaria llamó dos veces, nadie contestó, regresaron al salón.

—¿Qué haremos, Shoyo?

—¿Haremos? — le miró un poco confundido.

—No puedo dejarte solo aquí.

Shoyo pareció pensar en algo—Mi papá me hizo memorizar mi dirección— dijo—Puede llevarme allí.

—Que inteligente, te llevaré a casa.

(...)

Bokuto tuvo que quedarse más tiempo en la universidad, le salió una conferencia de la nada, les ordenaron poner en silencio su celular y les dijeron que era algo obligatorio. Estaba preocupado, sentía ansiedad por su bebé. Cuando salió, simplemente corrió al jardín de niños, pero ya estaba cerrado, no había nadie, el guardia le dijo que ya hace un tiempo habían cerrado y que no había ningún niño dentro.

Supo que ahora sí necesitaba decirle a Kuroo, debían buscar a Shoyo, tomó un taxi, para llegar más rápido a su casa, su corazón no dejaba de latir como si en cualquier momento fuese a darle un infarto y sudaba en frío, con el miedo de ahora sí, no volver a ver a su hijo.

Llamó a Kuroo en el camino, le pidió que buscara una foto de Shoyo en el álbum, porque la necesitarían para los afiches.

(...)

Akaashi sostenía firmemente la mano de Shoyo, iban en el elevador de su edificio, no podía entender lo sereno que parecía el niño. Al llegar al piso, timbró en el departamento.

—Tal vez tarde un poquito en abrir— Shoyo tiró de su mano para que le soltara.

—¿Quién es? — la voz del otro lado parecía agitada.

—Soy Keiji Akaashi, soy el profesor de Shoyo Bokuto, uhm al ver que nadie iba por él, lo traje a casa, no sé si...—No terminó la oración, la puerta se abrió de golpe, un hombre de cabello negro se agachó y abrazó a Shoyo y sollozó un poquito.

Akaashi estaba confundido, iba a decir algo cuando las puertas del elevador se abrieron de nuevo.

—¡Shoyo! — Bokuto le lanzó también a abrazar a su hijo, él no sollozó, lloró fuertemente. —Creí que te habían secuestrado.

—No llores, papi— le beso la mejilla y se colgó de su cuello—Es que tardabas mucho en ir por mí, el profesor Akaashi me trajo a casa.

Bokuto se levantó con su hijo en brazos, limpió sus lágrimas con la manga de su camisa y miró al profesor y le tendió la mano.

—Gracias por cuidar de mi hijo, traerlo a casa y no dejarlo solo.

—No hay problema— estrechó su mano.

—¿Quiere pasar a tomar algo?

—Uh, no, estoy bien, sólo quería traer sano y salvo a su hijo. — se dirigió a su alumno—Nos vemos mañana, Shoyo.

—Adiós, profesor Akaashi— sacudió su mano en el aire.

Akaashi sabía que aquello era una oportunidad de estar más cerca de ese hombre que le gustaba, pero el otro de cabellos negros, le hacía dudar de si era correcto o no.

Ser padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora