El señor Velázquez me arrastra por las largas escaleras hasta una amplia habitación mal iluminada que debe ser la bodega (a juzgar por los barriles y los enseres que se encuentran aquí almacenados), que cuenta con varias celdas de barrotes oxidados. No opongo resistencia cuando abre una de las puertas y me empuja dentro, nada de lo que haga o diga servirá de nada si no consigo hacer cambiar de parecer al capitán, y debo hacerlo. Esta celda no va a impedir que cumpla con mi misión, no después de todo el esfuerzo que me ha costado llegar hasta aquí.
–Comunicadle al capitán que deseo hablar con él.– Velázquez ya se dirigía de nuevo a las escaleras, pero gira la cabeza para mirarme con una ceja levantada, incrédulo, tiene toda la pinta de pensar que debe de haberse imaginado mis palabras.
–Niña, creo que no eres consciente de la enorme suerte que tienes de conservar la cabeza sobre los hombros. El capitán ha matado a muchos hombres que no eran ni la mitad de insolentes de lo que eres tú, por no hablar de...– se detiene en medio de la frase y como si acabara de recordar algo, se pone rígido y cambia de tema.– Da igual, el caso es que deberías andarte con mucho más cuidado y controlar tu carácter. En fin, si quieres vivir. Cosa que no tengo tan clara, teniendo en cuenta que si estás aquí es porque debes de ser una suicida.
Dicho lo cuál, se va. Yo me siento sobre las tablas del suelo. Quizá tenga razón, pero me cuesta horrores morderme la lengua, más aún cuando me hablan de ese modo, como si fuese una simple tonta. Pero no lo soy. Y se lo demostraré.
Saco de nuevo el pergamino y mi brújula. Paso los dedos por las desgastadas líneas trazadas en el papel amarillento. Este mapa está codificado en un lenguaje secreto, hecho para evitar que los documentos importantes que cayeran en manos equivocadas fueran imposibles de leer. Yo sí sé leerlo, he pasado años estudiando idiomas y códigos y conozco la forma de descifrarlo. Ese tal Henry se cree muy superior, pero, sin mí, no sería capaz de saber si lo está sosteniendo de derechas o al revés. Será un viaje largo, de varios meses, pero valdrá la pena si consigo mi cometido.
No pasa demasiado tiempo hasta que escucho unos pasos que bajan las escaleras y se dirigen hasta mí. Es Henry, por supuesto. Ni me inmuto, me mantengo estoica y ni siquiera le dirijo una mirada. Se para en mi puerta y se apoya con un brazo relajadamente sobre los barrotes.
–Señorita, ¿seríais tan amable de indicarnos qué rumbo debemos seguir?– Esboza una sonrisa sarcástica y usa un tono burlón.
–Soy una cartógrafa excelente, pero sin ver la posición del sol y el horizonte, es un poco difícil saberlo.– le hablo con seriedad, obviando el hecho de que pretende burlarse de mí.
–En ese caso, dadme el mapa y yo sabré interpretarlo.
Contengo una risa sarcástica.
–Lo dudo.– Ahora soy yo la que sonríe con mala intención.– Ya os lo he dicho, sin mi ayuda este mapa carece de sentido.
Intenta ocultarlo, pero sé que le cabreo, puedo verlo en el brillo que adquieren sus ojos y en la tirantez de la comisura de sus labios, él mismo se delata. Para ser un pirata, no sabe ir de farol.
–Probemos a ver.– me desafía.
–Con mucho gusto.– Me levanto y le paso el mapa por entre los barrotes. Sé perfectamente que juego con ventaja, por mucho que su orgullo lo ciegue.– Así podréis ver que estáis equivocado y recapacitar sobre vuestro error. Podremos partir en cuanto me permitáis estar en cubierta.
Ríe, más como un bufido que como una risa.
–Señorita... Anne, si puedo evitarlo, vos no volveréis a pisar la cubierta de mi nave salvo para bajar de ella para siempre. Como soy un caballero, os dejaré decidir si lo hacéis por la rampa o por la tabla, depende de vuestro comportamiento. Espero que os agrade vuestra nueva habitación– Me desafía con la mirada. Aprieto los labios. Se lleva las manos a la espalda y desanda su camino tarareando el estribillo de alguna canción pirata que desconozco. Me queman profundamente sus aires de superioridad, porque sé que es pura fachada, que todo es falso y que no me llega ni a la suela de las botas.
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Nuevo rumbo
Historical FictionAnne hará lo que sea para conseguir el tesoro. Incluso trabajar bajo el gobierno del capitán Williams, que quiere obtenerlo tan desesperadamente como para cooperar con ella. Ambos tendrán capear tormentas, inconvenientes y enemigos. Solo queda por v...