Más o menos a mediodía terminamos de rodear la isla y ponemos rumbo recto, perdiéndola vista.
Me resulta incómodo estar a su lado ahora que no tengo una función inminente, es extraño pero me siento un tanto inútil al estar aquí de pie sin hacer nada cuando todo el mundo está realizando algún tipo de trabajo. Así que decido bajar de la zona del timón, Henry no dice nada, sé que le molesta mi presencia aquí más de lo que jamás reconocería, que le quema por dentro de haya sido incapaz de interpretar un simple mapa, que yo sí sea capaz y, más aún, que tenga que fiarse de mi palabra porque no le queda más remedio, pero a mí me reconforta. Me hace sentir bien que sepa que estaba equivocado, aunque desde luego ni se me pasa por la mente que alguna vez lo admita, ya cuento con ello. No me hace falta, su expresión enfurruñada y sus gruñidos de vez en cuando lo dicen todo. El resto de la tripulación también ha quedado muy impresionada, me miran con unos ojos muy distintos a cuando pise la cubierta por primera vez. El señor Velázquez hasta me asintió con la cabeza cuando el capitán mandó partir.
Ya en cubierta no sé exactamente qué hacer o adónde ir. No considero una buena idea ir adentro, tampoco sé qué lugar podría interesarme. Siento que todos me observan, me da algo de vergüenza permanecer aquí de pie. En un intento de pasar algo más desapercibida camino hasta el centro del barco, parece que aquí no molesto a nadie y opto por sentarme en el suelo, con la espalda apoyada contra el mástil y saco uno de mis libros para leer y pasar el rato. Puedo notar sobre mí la mirada de Henry, pero me da absolutamente igual, que me observe si es su gusto, prefiero quedarme aquí, en el medio, para recordarle que no le temo y que nada va a hacer que me acobarde.
Levanto la vista y me cruzo con su mirada, como yo pensaba. Me observa como si fuera una criatura extraña, ya estoy acostumbrada a esa mirada. Es la más habitual que recibo cuando conozco a alguien o cuando hablo sobre que soy escriba... o prácticamente cualquier cosa. No me importa. Pero noto en sus ojos una chispa de... ¿curiosidad? Es probable, como un debate entre si solo estoy loca o más cuerda que nadie. Le sostengo la mirada para que no piense que me intimida, sin ninguna expresión, y cuando uno de sus hombres le llama, se gira hacia él, abandona mi mirada y yo aprovecho para volver a mi lectura.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que unos pasos se acercan a mí, veo unas botas por encima de mi libro, sé perfectamente quién es, pero no lo miro. No quiero que piense que estoy alerta a su presencia o que ni siquiera tiene que hablarme para que haga lo que él quiere. Por el contario, espero hasta que carraspea para hacerse notar y muy muy despacio levanto mi cabeza hasta llegar a sus ojos. Henry me mira a los ojos, los estudia, como si le llamaran la atención mis pupilas verdes. Suelen llamar la atención, mi madre siempre me decía que eran del color de la hierba en primavera. Espero a que hable.
–Sin duda sois una niña muy extraña.
–¿Debería tomarlo como un cumplido?– le devuelvo, con una ceja levantada. No podría importarme menos su opinión.
Suelta un deje de risa antes de continuar.
–Desde luego que no. Me gustaría hablar con vos.
–Creo que eso es justo lo que estamos haciendo en este mismo instante.
Crispa la mandíbula pero vuelve a relajarse enseguida.
–Preferiría un lugar más íntimo. Como mi camarote por ejemplo. ¿Me haríais el favor?– Me extiende su mano para ayudarme a levantarme, apenas miro su mano antes de cerrar mi libro, guardarlo y levantarme sola, ignorándolo por completo. Él baja la mano, rodando los ojos. Espero a que comience a caminar y lo sigo. Abre la puerta, que se encuentra bajo el timón, entre las dos pequeñas escaleras que van hasta él, y me hace un gesto con el brazo para que entre, esta vez soy yo la que rueda los ojos.
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Nuevo rumbo
Historical FictionAnne hará lo que sea para conseguir el tesoro. Incluso trabajar bajo el gobierno del capitán Williams, que quiere obtenerlo tan desesperadamente como para cooperar con ella. Ambos tendrán capear tormentas, inconvenientes y enemigos. Solo queda por v...