XXIII

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Amanece y, junto con el sol, Henry se levanta. Casi como si lo estuviera esperando.

Agradezco con mi vida los primeros rayos de luz, pensaba que esta noche no acabaría nunca. Apenas si he dormido un par de horas, los remolinos de mi mente no me han concedido ni un momento de paz, no se han apiadado de mi cansancio lo suficiente para otorgarme algo de buen sueño.

Él parece haber padecido mi mismo sufrimiento, sumándole, además, los efectos de la resaca a juzgar por cómo se frota las sienes y achica los ojos ante la luz mientras se levanta y se viste.

Yo hago lo mismo y luego salimos al pasillo, donde ya están todos levantados frente a sus puertas, todos menos algún que otro perezoso que sale bastante deprisa con unos cuantos golpes a la puerta.

Nos reunimos en otra sala, alrededor de una gran mesa, y me dispongo a explicar mi plan, luchando contra el cansancio propio y el ajeno, intentando hablar por encima de la neblina de los efectos del alcohol y hacerme entender.

...

Ya está anocheciendo, ya se ha acabado la cena y está todo recogido, todas las tareas que me han mandado están completadas. Así que, estando apoyada contra una de las paredes del comedor, veo perfectamente cómo Ricardo dice algo y todos comienzan a levantarse. Perfecto, justo como lo había planeado. Empiezan a dirigirse a la salida, Henry al lado de Ricardo. Veo mi oportunidad.

Me acerco como de improviso y en un movimiento coqueto me cuelo bajo el espacio del brazo de Henry y le abrazo la cintura.

Se sorprende y noto cómo se tensa bajo mi contacto con el brazo aún en el aire, pero solo un segundo, luego me lo coloca sobre los hombros, apretando suavemente al reposar su mano y cuando vuelve a respirar se relaja como si nada hubiera sucedido. Ricardo me dirige su mirada cargada de curiosidad. Le dedico mi más cálida e inocente sonrisa.

–¿Podría robaros su compañía un rato?– Apoyo la cabeza en su pecho e intento poner ojos de cordero.– No nos vemos mucho últimamente.

Parece gratamente divertido cuando se dirige a Henry.

–No me extraña que parezcas tan cansado.– Henry no dice nada. Yo me pregunto si a Ricardo le da igual que le esté escuchando o si se piensa que simplemente soy tonta.– Claro que puedes llevártelo.

Sonrío un poquito más y me alejo sin soltarlo. El resto se va dirigiendo a la salida.

–¿Cómo eres tan buena actriz?– susurra por encima de mi cabeza.

Suelto una risa cristalina que va con mi papel.

–Práctica.

Ahora hay que robar la llave. Muchos guardias también se están dirigiendo a la ciudad así que no habrá mucha vigilancia. Para la poca que haya he traído a Henry, además de para que Ricardo no notara su desaparición. El resto de la tripulación tiene órdenes de irse "perdiendo" poco a poco y regresar al barco.

Me suelto de Henry al salir al pasillo y lo llevo rápidamente a la sala que visité ayer. Tiro del picaporte, sigue abierta.

–¿No está trancada?

–Lo estaba, ya la forcé ayer.– Entro en la sala y veo la llave frente a mí. Recuerdo lo que pasó ayer y que hay algo que siento que debo contarle.– Rosa me encontró aquí.– Alza las cejas, veo la pregunta en sus ojos y no le dejo formularla.– Le pregunté si me iba a delatar pero me dijo que no, que si estaba contigo se fiaba de ti y de tu buen juicio, que estaba pagando el favor que te debía. ¿A qué se refería?

Nuevo rumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora