Capítulo 22: Los padres de él.

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     -¡Pisa el embrague! -exclamó Ji Ho desde el asiento del copiloto, con las manos en la cabeza.

     -¡Lo estoy haciendo, Dios!

     -¡Pues no lo veo! Mejor dicho, ¡no lo noto!

     -Cállate idiota -dije, cuando el coche se detuvo, se había vuelto a calar.

     -Yo no soy el idiota, eres tú la que no sabe dónde está el embrague y eso que te lo he dicho como 5 veces, solo es el pie izquierdo -suspiró de frustración.

     Era él el que se había empeñado a enseñarme a conducir. Era la primera vez que cogía un coche, ¿qué se esperaba? Le miré disgustada, y antes de poder preguntarle "¿Y ahora qué?" abrió la boca para hablar.

     -Querido hijo mío -se dirigió mirando mi vientre-, nunca montarás en un coche con la loca de tu madre.

     -¡Eres un idiota! -le di con el puño en el hombro- ¡No le enseñes cosas raras cuando aún no ha nacido, estúpido!

     -Estúpida tú, casi nos estampamos contra ese árbol, y eso que elegí el sitio más llano y sin obstáculos que hay.

     Tenía razón, en aquel lugar no había nada, ni nadie, solo una carretera desierta, hierbajos secos y cuatro árboles mal puestos. Y yo había sido capaz de salir de la carretera y quedar a escasos metros de uno de esos árboles.

     -Venga, una vez más. Da marcha atrás.

     -¿Cómo hago eso? -pregunté.

     -Tienes que cambiar la marcha así -comenzó a mostrarmelo, y yo miré la hora en el reloj que había al lado del panel de las revoluciones-. ¿Me estás escuchando?

     -¡Llegamos tarde! ¡Cambiame el sitio o tu padre se va a enfadar! -Ji Ho miró el reloj de su muñeca, y abrió los ojos como platos.

     -Oh, mierda -salió del asiento del copiloto dirigiéndose hacia el del conductor.

     Yo también salí y me senté en el asiento de atrás, porque fue la primera puerta que vi. Ji Ho me miró un poco disgustado, yo sabía que él quería que me sentara delante, pero las circunstancias necesitaban que fueramos rápidos, así que tras abrocharnos debidamente los cinturones pusimos rumbo a la casa de los padres de Ji Ho.

     Como pensé, llegamos 20 minutos tarde, y no me gustaría que tuvieran una mala impresión de mi, aunque su padre casi la tuviera ya. Al llegar, un ama de llaves nos recibió, a veces olvidaba lo asquerosamente rico que es Ji Ho, y tras ella su madre nos recibió con los brazos abiertos. Me dio un cálido abrazo, al igual que a Ji Ho y me dijo que había venido muy guapa. Es obvio que me había arreglado un poco para la ocasión, pero tampoco quería ir de gala, por eso opté por unos vaqueros ajustados, zapatos planos pero bonitos de color blanco y una camisa que dejaba ver mis hombros de un azul pastel con adornos por toda la camisa, además se ajustaba un poco a mi cuerpo. Ji Ho siempre iba de traje, pero para esta ocasión también uso vaqueros y un camisa verde pastel. Pero que hombre tan perfecto, todo le queda bien.

     Después de escuchar anécdotas de cómo era Ji Ho de pequeño y los "accidentes" que había tenido en diferentes sitios de la casa, como "Allí se golpeó la cabeza por no llevar casco mientras usaba el monopatín", llegamos al salón. Aquella casa no parecía tan grande desde fuera. El padre de Ji Ho nos esperaba sentado en un sillón, se levantó para tendernos la mano y volvió a sentarse, invitándonos a hacerlo. Me dedicó una pequeña mirada de compasión, supuse que entendía que estaba nerviosa por venir a la casa de mis suegros por primera vez, estaba tan tensa que podría partir una piedra con la mano. La madre de Ji Ho se sentó en un sillón en frente de su marido, y Ji Ho y yo en el sofá que había en medio de ambos. La mujer aún conservaba la sonrisa que nos había dado al entrar.

Las dos caras del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora