Capítulo 06: Martillos y partituras.

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     -¡Tú eres muy buena componiendo, y tú...! -señaló a Ji Ho- sinceramente no me lo esperaba. Sois increibles.

     -¿Habéis encontrado a alguien?

     -Sí, hay una chica que lo hizo genial, aquí está... La número 64 -Ji Ho se sorprendió al oir el número-. Sí, fueron 64 chicas...

     Antes de poder enseñarle a Ji Ho la voz de Il Li, Ha Na me quitó el ordenador de las manos y se puso a buscar en él. La miré extrañada.

     -Después tenéis que escuchar a la número 00, ¿de acuerdo? -dijo devolviéndome el ordenador.

     Ambos asentimos y comenzamos a escuchar a Il Li. Ji Ho se sorprendió y no era para menos, esa chica parecía un ángel cantado, tenía ese tipo de voz que hacía que te imaginaras el acompañamiento instrumental. Luego Ha Na reprodujo el archivo con la participante número 00, aunque no me sonaba nadie que tuviera el 00. Quise matarla.

     -¡Me has grabado! ¡Borra eso ahora mismo!

     -Pero Ha Neul, si eres muy buena... -yo miré a Ji Ho no muy convencida.

     -Es cierto, eres muy buena. Además me gusto mucho más tu versión, te sale más natural. La otra chica es muy buena, pero en este caso no me gusta como queda su voz con la mía, destaca demasiado -Gracias por decir que yo paso dedapercibida, Ji Ho-. Tu voz se acopla de maravilla con la canción base y tu canto es suave, me gusta.

     Le miré impresionada. Me halagaba que dijera todo eso de mi, pero me sorprendió cómo entendió de rápido los conceptos que tenía que tomar en cuenta. Me sentí tan orgullosa como una madre viendo la función de Navidad de su hijo. Quise abrazarlo pero me resistí, aunque hay que admitir que por dentro babeaba de imaginar siendo rodeada por esos brazos esculpidos. Ji Ho miró su reloj y recogió sus cosas rápidamente.

     -Lo siento, tengo que irme. Nos vemos -dijo y salió corriendo por la puerta, sin darnos tiempo a despedirle.

     -Ahora que estamos solas... ¡Cuéntame todo!

     -¿A qué te refieres?

     -Por supuesto que me refiero a que cómo el bombón de la universidad y el prodigio de empresariales está haciendo rap y tú, que les tienes un asco tremendo a los de su especie, le ayudas.

     -Me lo encontré en la sala de música, casi hace que pierda el autobús y me llevó a casa porque quería hablar conmigo. Me dijo que le ayudara, aunque yo me negué al principio, pero cuando le escuché rapear... -hice una pausa, recordándo aquel día- era igual que yo... Me recordó a mi, esa encantadora sonrisa que solo la música te puede sacar.

     Ha Na asintió, era una mezcla entre "Te entiendo" y "Lo acepto". Como era algo tarde la invité a dormir. Teníamos suerte de estar en Viernes, así que el fin de semana no tendríamos que madrugar.

     A la mañana siguiente nos despertamos gracias a... ¿Obras? Alguien estaba en el piso de al lado reformando, al principio no le dimos mucha importancia, pero como no podíamos dormir, aprovechamos y nos fuimos a desayunar. Eran las diez y media cuando ya habíamos acabado de vestirnos y habíamos terminado de desayunar. Ha Na salió del apartamento y cuando y había cerrado la puerta escuché un grito. Abrí deprisa y me encontré en su rostro una cara de incredulidad y miré hacia donde ella se dirigía. Allí estaba Ji Ho. Con un casco de obrero, organizando la reforma del piso de al lado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y maldije haber preguntado.

     -¿¡Qué narices estás haciendo aquí!?

     -¡Oh! Buenos días, espero que no os haya molestado mucho. Estoy mudándome aquí.

     Ha Na sonreía y acabó yendose a su casa. Yo me encerré en la mia y empecé a imaginarme como sería la vida de tener a Ji Ho de vecino. Por un lado estaba la versión feliz: el podría llevarme y traerme de la universidad en su coche y si no se entrometiera en mi vida sería muy feliz; por el contrario podría traer a chicas a su apartamento, dar fiestas, insistir en lo de ser rapero y no dejarme vivir una vida plena y completa. Opté por la segunda opción y decidí parar esto. Salí y Ji Ho estaba concentrado en lo que hacía, daba pena pararlo así que le golpeé en el casco como si estuviera llamando a una puerta. Él se giró hacia mi y me sonrió. ¿Ahora cómo le decía que se marchase?

     -Eh... ¿de verdad quieres vivir aquí?

     -Sí, ¿te supone algún problema? -había vuelto el Ji Ho frío de la universidad. A este Ji Ho lo odiaba con toda mi alma y casi me atrevo a arañarle ese cuadro que tiene por cara.

     Le miré de mala gana y le dije que me estaba molestando el ruido, me dirigí a mi apartamento pero antes de entrar escuché una voz femenina salir del piso de Ji Ho. Era una de sus "amigas" con las que siempre comía en la universidad. Ahora lo entendía, estaba en su modo "universitario serio". Yo me reí bufandome y entré. Estaba siendo una estúpida. Me adentré en la habitación de los instrumentos y conecté la batería, dejándo la puerta de la habitación abierta. Empecé a tocar la composición de nuestra canción y me sentí muy cómoda. El ruido de las obras se intensificó. Yo me puse furiosa y dejé la batería. Cerré la puerta de la habitación y conecté unos auriculares al piano, y me puse a tocar.

     Ya pasadas las seis de la tarde llamaron al timbre. Era Ji Ho que me invitaba a ver su nuevo hogar. Yo acepté de buena gana aunque quería romperle esa sonrisa de idiota que llevaba. La distribución no era muy diferente de cómo era mi apartamento, pero él tenía un millar de muebles lujosos y modernos que me hacían babear. Luego me enseñó que había tirado una pared para hacer una sala de música más grande y estaba insonorizada.

     -Esta sala estará cerrada con llave para las visitas, pero si me lo pides amablemente -bufé- te dejaré entrar.

     Nos dirigimos al salón y me ofreció asiento en los recién estrenados sofás. Eso era comodidad. Le dije que la casa era preciosa y que tenía que irme, pero me detuvo. Se acercó a mi sin dejarme salir. Se sentó a mi lado y apoyó una mano en el respaldo del sofá. Yo me quedé impactada, ¿acaso pretendía besarme otra vez? Me alejé un poco aunque mi cuerpo no quería resistirse. El se acercaba cada vez más y más hasta que su respiración acariciaba mi oído. Yo empecé a sonrojarme, buscaba una salida para aquella situación o acabaría por echarme sobre él.

     -Canta.

     -¿Qué? -dije algo más aliviada, pero respirando con dificultad.

     -Quiero que cantes para mi -él sonreía de una manera tan sensual que quedé hipnotizada.

     Comencé a cantar el estribillo. Creo que aquel idiota engreído y bipolar me gustaba.

Las dos caras del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora