Extra # 2: Arcoíris

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No importa cuántas veces camine por los rincones del reino, ni tampoco las veces que la luna me cubra con su manto... siempre estaré admirada de contemplarlo, de saberlo libre de las garras de la sombra. Gracias a él.

En estos momentos se está celebrando la boda de unos amigos, los que de alguna manera intercedieron por la felicidad que ahora me embarga, la unión con mí ser amado. Hace un año ya de eso. Nunca olvidaré cómo le temblaba la voz el día que me pidió matrimonio, dejando de lado sus liberales ideas con tal de verme feliz, de estar conmigo por siempre.

La noche brillaba exquisitamente y por eso decidí alejarme de la algarabía. Necesitaba sentir la brisa nocturna para aliviar un poco el bochorno del momento; desde hace días que me sentía extraña.

Sin darme cuenta llegué hasta mi lugar favorito, el lago del Templo de los Tiempos. Inmediatamente sintieron mis pasos, los animales salieron de sus guaridas para saludarme, amigables y cariñosos como siempre. Los tigrillos no dejaban de ronronearme con su ronca voz, algo gracioso por su gran tamaño, mientras que las aves cantaban en diferentes tonos ante la felicidad de verme; los conejos y las ardillas también se acercaron a deleitarme con su compañía.

Siempre sentía ternura y seguridad cuando me encontraba cerca de ellos, pero inexplicablemente ahora mucho más...

- Estás aquí... hermosa princesa.

Dejé de lado mis caricias a los animales cuando escuché una conocida voz llamándome. Me di la vuelta y descubrí a mi esposo; me había seguido sin que me diera cuenta.

Se acercó a mí y se agachó a mi altura para acariciar mi rostro, enfocándose más en mi mentón. No importaba cuántas veces, pero siempre me perdía en su profunda mirada, su carmesí atravesaba mi corazón.

- ¿Por qué te escapaste de la fiesta? – preguntó curioso.

- No me he escapado. Sólo quise venir a caminar un poco. ¿Tiene eso algo de malo, esposo?

- No, nada... pero te fuiste cuando iba a invitarte a bailar. Me dejaste al alcance de las damas que se peleaban por compartir la pista conmigo.

En todo este tiempo había aprendido a seguirle la corriente en sus bromas. Me acerqué a él, coloqué mis brazos alrededor de su cuello y lo miré de la única manera que sabía tenerlo a mi merced.

- ¿Ah sí? Imagino no aceptaste. – pregunté, fingiendo molestia.

- Pensaba hacerlo por tu olvido, pero luego pensé en buscarte y exigir que me compenses. A un marido no se le deja abandonado por ahí.

- ¿Y se puede saber cómo te compenso?

No terminé de formular mi pregunta cuando ya me había aferrado a su cuerpo, deslizando sus manos por mi cintura. Pegó su frente a la mía y volví a perderme en esa fatal mirada que me desquiciaba, que se apoderaba de mi cuando me reclamaba como suya.

- Tú sabes bien que tienes que hacer para tenerme a tus pies... para enredarme en la seducción de tus encantos. – me dijo al oído, haciéndome estremecer.

Me besó con fuerza, ahogándome en la miel de sus labios y cautivándome con su hombría, con aquella fiereza que me hacía sentir más mujer que nunca, más suya. Cuando nos quedamos sin aliento rozó su nariz con la mira, para después acariciar mi rostro. Sabía que me mataba con esa mezcla de voracidad y dulzura que sólo demostraba conmigo.

- Te amo tanto. – le dije, al punto de perder la voz.

- No más de lo que yo te amo a ti...

A pesar de mirarme con ternura, no dejó de seguir tocándome. Poco después noté que hasta los animales se habían ido, queriendo dejarme sola con mi marido.

Pasión entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora