Los Hermanos de la Noche

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Los tornasoles rayos del amanecer comenzaban a alumbrar la magnífica estructura del palacio de Mondrule, despertando así a todos sus habitantes para el recibimiento de un nuevo día, un nuevo amanecer donde podían aspirar el aroma de la victoria. Hace pocos días que diabólicas marionetas los habían invadido, donde algunas personas resultaron heridas y otras muertas, sin embargo, la mayoría pudo ser salvada gracias a la proeza de los soldados del reino, sobre todo del Comandante, quien había entregado todo de sí para ganar la batalla contra el monstruo madre, a pesar de haber terminado fatalmente herido.

Los rayos del primer ocaso de la mañana se posaron en el abatido guerrero, aunque más que eso, comenzó a despertar al sentir que su rostro estaba siendo tocado por la suavidad de unos dedos, por las caricias de la mujer que tenía a su lado. Dark Link abrió los ojos, y se encontró con la intensa mirada de su compañera, quien se mostraba contenta de ver a su amado despertar. El tiempo había sido eterno para ella.

- Buenos días. – dijo ella, sonriendo.

- ¿Ah? ¿Pero qué...?

El joven trató de incorporarse de la cama con brusquedad, sin embargo, el dolor del cuerpo y cabeza lo incapacitó. La princesa lo tomó de los hombros y colocó su mejilla encima de sus pechos, otorgándole estos como si fueran almohadas. El Guerrero de las Sombras no podía sentirse más a gusto, por más que le costara admitirlo, estar cerca de ella le fascinaba, lo que provocaba que rodee sus manos en su cintura.

- Aun no te encuentras del todo bien, debes ir poco a poco. – sugirió la dama.

- Está bien... ¿qué fue lo que pasó? ¿Cuándo tiempo he dormido? – preguntó el joven, adormilado.

- Has dormido tres días seguidos, pero ese tiempo fue suficiente para que sanes tus heridas. Fue una batalla difícil, pero al final saliste victorioso junto con los soldados.

En ese momento, Dark Link recordó todo lo sucedido en la ciudadela, el como aquellas marionetas destrozaban todo lo que se hallaba a su paso, lastimando a muchos inocentes. A su memoria llegaron todos esos hechos, en especial el monstruo origen que controlaba todo desde las sombras; nunca podría olvidar la oscuridad que este emanaba, tan malévola y despiadada hasta el punto de impactarlo a sí mismo. Por un momento creyó no lograría vencerlo, o que incluso moriría en el acto.

- ¿Sucede algo?

- Sólo recordaba todo lo que sucedió... gracias por tus cuidados. – dijo, mirando a la joven con admiración.

- No es nada, cuidarte es un gusto para mí. Imagino que tienes hambre, vamos a desayunar.

La pareja se levantó de la cama, y fue ahí que el guerrero descubrió que se encontraba sin camisa y con unas cuentas vendas rodeándole el torso, en cambio Dark Zelda estaba con una de sus características ropas de dormir que le quitaban el aliento, las que sólo lucía cuando estaban solos. Juntos se sentaron en la mesa a probar cada uno de los manjares que la princesa había ordenado; leche, frutas de todo tipo y pasteles dulces y salados se encargaban de adornar los platos de las mesas, los cuales duraban poco al ser el joven el que más rápido se los terminaba. Sólo quedaban unas cuantas uvas, así que la regente tomó una y se la colocó en los labios, para después levantarse y sentarse en las piernas de su amado; sus intenciones eran bastante claras para el Guerrero de las Sombras, así que le tomó el mentón y recibió la pequeña fruta en su boca, y después de comerla la besó intensamente.

Ambos entrelazaban sus lenguas a medida que el beso se iba intensificando, mientras sus manos empezaban a tocar sus cuerpos con profundo deseo y desesperación, deseando arrancarse en el acto una a una sus prendas. Dark Link acariciaba desesperado las encantadoras y voluptuosas piernas de su mujer, mientras mordía y devoraba su delicado cuello.

Pasión entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora