Sombras a la deriva

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El sonido de la cascada era lo único que se escuchaba en el misterioso paraíso del Bosque de los Tiempos, pues el Guerrero de las Sombras estaba en completo silencio con las palabras que su compañera le había pronunciado. No comprendió del todo a lo que esta se refería, mas eso no le impidió que se sintiera sumamente nervioso.

- No entiendo a qué te refieres. – preguntó, confundido.

- Mejor volvamos al palacio para que lo descubras. – dijo ella, sonriendo.

- Está bien... seré paciente como me lo has pedido.

El joven observó a la dama por varios segundos sin decir una palabra, cosa que a ella la extrañó en sobremanera. Dejándose llevar por sus impulsos, Dark Link la tomó de la cintura y la besó en los labios, intenso y apasionado, causando que la princesa se impacte terriblemente ante el gesto, pero que le corresponda una vez asumió la situación en la que se encontraba. Para nada se esperó que aquello ocurriera.

- Dark Link...

- ¿Ocurre algo malo? – preguntó en voz baja.

- No, nada de eso... es sólo que me sorprendiste. No lo esperé.

- Bueno... te beso porque estoy agradecido contigo... porque me gustas... porque eres muy bella.

No pudo evitar sonrojarse al escuchar tan hermosos halagos, los que por primera vez habían salido de los labios del villano, del frío e insensible Guerrero de las Sombras. Emocionada hasta el alma, lo abrazó con fuerza, mientras que él la rodeó con sus brazos de la misma manera, pero sintiendo en su interior un ligero dejo de incomodidad por haberse dejado llevar por sus impulsos, por haber sido el hombre amable y caballeroso del que él estaba muy alejado. Sin embargo, una vez más demostraba que la presencia de la dama lo desestabilizaba.

- Bueno, es momento de irnos. – dijo la joven, separándose de su amado.

La princesa tomó a su compañero de la mano, y juntos se alejaron del bosque. En el palacio les esperaba uno de los cambios más grandes por los que el reino estaba esperando.

...

El melancólico ambiente del ocaso quedó por completo de lado, pues ahora la frívola oscuridad era lo único que rodeaba a la pareja de las sombras. Juntos habían llegado a la parte más lúgubre y abandonada del palacio, donde la soledad se olía cual intensa y fatal fragancia. Aquel lugar no era otro que las desterradas mazmorras que pocos habitantes del reino conocían, donde la misma regente era protegida de adentrarse en su inmundicia.

Los jóvenes estaban caminando por un largo pasillo, en cuyo alrededor sólo se encontraban celdas destrozadas y vacías, sin embargo, a medida que avanzaban se podía escuchar algunas voces riéndose como si estuvieran en un festejo mal sano, mientras el ambiente empezaba a cubrirse con la esencia de la nicotina. Finalmente, la pareja llegó al final del camino, causando que los gritos se silencien.

Varias celdas, en mejor estado que las demás, encerraban alrededor de veinte hombres, todos tan jóvenes como la pareja. Los muchachos estaban revestidos con la imagen de la miseria y la perversión, mostrando que la inocencia nunca había siquiera rozado la podredumbre de sus abandonados espíritus. Frente a ellos se hallaba la maldad encarnada.

- Vaya, vaya... ¿pero a quién tenemos aquí? – preguntó uno de los hombres.

Todos los jóvenes se aproximaron a los barrotes para contemplar de cerca a los recién llegados, sobre todo centrando su mirada en la Dama de la Luna.

- Bienvenida sea, princesa... es un honor tener a semejante belleza visitándonos en nuestros aposentos. – dijo un muchacho.

- ¿Pero en dónde están nuestros modales? Si nos permite la llave, la haremos pasar... Ya luego nos turnamos para gozar de usted. – lanzó otro, mordaz y depravado.

Pasión entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora