3. El anhelo de sentir

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Hace horas que el atardecer había llegado al sendero de su final, mientras que el anochecer se encontraba en su apogeo, teniendo a la luna como su completa protagonista.

Pocos minutos pasaron desde que el portal que transportaba a los jóvenes de la oscuridad se había cerrado detrás de ellos, significando que habían llegado a su destino. Dark Link se quedó perplejo por varios segundos, pensado que la mujer que se encontraba a su lado le había jugado una broma, pues no se habían movido a ningún sitio. Sin embargo, observando detenidamente, se dio cuenta de que, sin duda, estaban en el mismo ático del palacio, pero todo estaba ubicado en sentido inverso, como si se tratara de un espejo.

- Este lugar...

- Bienvenido a mi hogar, el reino de Mondrule. – contestó la princesa.

- ¿Qué? ¿Mondrule? – preguntó perplejo.

- Es el nombre con el que bauticé esta tierra. Es un mundo paralelo a Hyrule, donde únicamente existe el atardecer y el anochecer. Nada más. Descúbrelo por ti mismo.

La joven caminó hacia el balcón, y fue ahí que Dark Link no pudo evitar observarla en su andar. Movía exquisitamente sus caderas, mostrando despampanante elegancia y seducción, provocando que aquella acción lo inquiete, e incluso lo haga sentir acorralado y sin saber qué hacer. No podía apartar la mirada de la dama, y eso que estaba cubierta por su vestido; no quería imaginar si fuera lo contrario. Sin embargo, lo que el guerrero desconocía, era que la princesa sabía muy bien a dónde quería llegar con sus intenciones de provocarlo.

Dark Zelda abrió las cortinas y ventanales, y fue así que le mostró a su invitado el mundo que consideraba su amado hogar.

Dark Link se asomó al balcón, encontrándose con una tierra donde la luna estaba al alcance de su mano, tan cercana y brillante que no le debía un favor al sol. Las estrellas rodeaban aquella magnífica estructura con gracia y belleza, creando así un espectáculo nocturno digno de admirar.

- Así no lo menciones, sé que te has quedado encantado. – dijo la joven, fascinada mientras miraba a su compañero.

- Es increíble. ¿Cómo puede existir un mundo como este? ¿Hay más personas o eres la única habitante? – preguntó, mostrándose sorprendido.

- Hay más personas en el pequeño pueblo que resguarda este palacio.

- ¿Palacio?

- ¿Por qué te sorprendes? Mira a tu alrededor. Además, ya te lo dije, este es un mundo alterno a Hyrule. Y ya no hagas tantas preguntas, pues poco a poco te las iré respondiendo. – contestó Dark Zelda, hablando de la manera seductora que la caracterizaba.

El joven observó a sus alrededores para mirar los pilares del palacio, los que eran idénticos al de Hyrule, algo que lo sorprendió por completo a pesar de ya haberlo imaginado. Desde la lejanía pudo ver la ciudadela a la que la joven se refería, igual a su contraparte, pero con algunas personas yendo de un lado a otro, animadas en sus actividades. Todas se diferenciaban entre sí, pero la única característica que tenían en común eran las tonalidades que teñían sus cabellos, o una que otra mirada carmesí. ¿Qué clase de mundo era ese? ¿Acaso había más seres como él?

- Aquellos que tanta curiosidad te han causado son seres como nosotros. Son la contraparte de todas las personas que habitan en el otro lado. Y si han llegado hasta aquí es porque se han aceptado sí mismos. – dijo la princesa.

- ¿Aceptado?

- Así es. No necesariamente las sombras y la oscuridad son sinónimo de maldad, ni tampoco es un yugo con el que naces obligado a ser un ente de las tinieblas. Solo es un estado que uno posee con libre albedrío de manejar.

Pasión entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora