8. Nat 💙

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—No, se dice «baka», no tienes que alargar ninguna a —corrijo a Bill hasta que lo logra.

—Entonces ya puedo decir... George wa baka desu!

—¡No, no puedes! —le prohibo, pero él se ríe de sus planes malévolos—. Qué tonta, ¿por qué te enseñé eso? —me arrepiento enseguida.

—No va a saber ni por dónde le llueven mis palabrotas.

Bill repite como puede en japonés, que George es un estúpido, así que le tapo la boca; pero el toma mi mano para librarse y volverlo a decir. Sus travesuras me hacen reír.

—¡Ya, Skarsgård! —Vuelvo a poner mi mano en sus labios. Por un momento se queda quieto así, mirándome... hasta que de la nada, siento su lengua en mi piel. —¡Bill! ¡Qué asco! —Quito mi mano y la limpio en su camiseta. —¡Tus babotas! —Ninguno puede dejar de carcajearse, hasta que nos duele el abdomen y necesitamos detenernos para tomar aire.

—Perdón. No pude evitarlo. —Toma mi mano, limpiándola en su ropa de nuevo; la lleva a sus labios para besarla, pero luego nota el brazalete que me regaló George. —Es lindo... ¿Por qué te lo regaló? —Yo me encojo de hombros.

—No sé, porque le caigo bien.

—O porque te quiere hacer cosas perversas en tu lindo cuerpo...

—¡Skarsgård!

—Sólo te digo para que estés alerta

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—Sólo te digo para que estés alerta.

—Y si así fuera, ¿qué? No estaría mal.

Él me mira en silencio con seriedad en su expresión, que se convierte en una mueca de desagrado. Había considerado la posibilidad de que Bill estuviera sintiendo algo por mí, por la forma en que a veces me ve, pero después de que llevó a George a la fiesta y luego me envío ese mensaje de aprobación para animarme con él, reconsideré y es un alivio que sólo seamos amigos: las cosas se habrían puesto raras por las circunstancias: él no es un hombre libre. Pero me frustra que siempre esté odiando el hecho de que me guste mucho George, pues siento que a veces no bromea.

—Si no te agrada, ¿por qué hasta le dijiste de qué color envolver mi regalo?

—Porque a ti sí te quiero —me explica mientras agarra un mechón de mi cabello y juega con él. Yo quito su mano y me levanto con el pretexto de que tengo sed. Él suspira mientras me ve alejarme; es un suspiro de hartazgo, el que hace cada vez que George sale en nuestra conversación.

—¿Cuándo llega Nat? —le pregunto desde la cocina.

—En dos días. —No puedo verlo, pero su voz se oye desganada. Le llevo un vaso de agua a él también.

—George me invitó a un festival de música. Deberían ir ustedes también.

—Es buena idea —dice con una sonrisa plana.

El Autor / Bill SkarsgårdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora