Cacatúa

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Algo mojó/pringó/golpeó mi cara sorprendiendome. Solté un pequeño gritito de niñita, del que no estoy orgulloso, sorprendido y llevé las manos a mis ojos.

-¡Joder, pica! ¡Me cago en todo, Dylan!- no le había visto (y seguía sin ver nada), pero sabía que había sido él. ¿Quién si no? Mis sospechas se confirmaron cuando oi la risa de foca retrasada de Dylan, que conociendole, debía estar en el suelo revolcandose como el cerdo que es- ¡Te voy a matar, hijo de perra!- me dejé caer al suelo y tanteé el aire con las manos con los ojos llorando del picor y el escozor. Oía las carcajadas de Dylan a mi derecha. El muy hijo de perra se estaba burlando de mi, lo que me puso más furioso todavía- ¡Desgracia...!- algo frío golpeó mi cara de repente provocandome un escalofrío. Agua. Agua muy fría- ¡Joder, Dylan! ¿¡De dónde has sacado ese agua, del Polo Norte!?

-Sí, he ido expresamente. Y Papá Noel me dijo que se le había escapado un duende: 1.50 de altura, ojos azules, pelo marrón oscuro, responde al nombre de Mike...

-¡Pero yo no mido 1.50!- protesté retirando los restos de lo que quisiera que Dylan me hubiera lanzado a la cara. No sabía si quería saberlo. Dylan solo rió un poco. Cuando conseguí por fin abrir los ojos, miré a mi alrededor búscandole para dedicarle unas cuantas palabras.

~Ya decía yo que había mucho silencio aquí... Y que él nivel de subnormalidad en esta habitación había bajado drásticamente. Oh Dios mío, soy tan gracioso...~

Reí un poco de mi propio chiste mental y me levanté del suelo sacudiendo mi pantalón. Entonces oí un gruñido proveniente de algún sitio a mi izquierda y me giré en guardia, preparado para cualquier cosa que Dylan me pudiera lanzar y para saltar sobre él y borrarle la sonrisa de idiota a caricias... Caricias en la cara. Con una silla. O un ladrillo.

-Te voy a...- abrí mucho los ojos cuando vi el sofá, incrédulo obligándome a mi mismo a mirar con detenimiento. Estaba seguro de que mi cerebro me estaba jugando una mala pasada. Simplemente no podía creerlo. Abrí y cerré la boca varias veces sin conseguir que ningún sonido saliera de esta. Comencé a sentir una gran presión en el pecho y conseguí susurrar unas palabras odiándome a mi mismo por la forma en que me salió la voz, temblorosa, rota- ¿Ash?¿Qué... Qué haceis...?- Sí, amigos. "Haceis" en plural. Ash estaba tumbada comodamente con el pelo revuelto y sin maquillaje, lo que para mi gusto le hacía ver mucho más atractiva. Tenía una manta peludita encima tapándole casi todo el cuerpo. En el suelo, a los pies del sofá, pude ver el vestido negro de Ash arrugado junto a una camisa blanca y unos pantalones negros que me sonabam demasiado. Podía ver la esquina de su sujetador negro por el borde de la manta. Por el otro lado asomaba una de sus perfectas piernas desnuda...

~Si tan sólo subiera o bajara un poco la manta... O la quitara del todo... Podría ver... Vale, Mike, aleja esos pensamientos pervertidos de tu mente. Control~

Sacudí la cabeza intentando centrarme y alejar las fantasías de mi mente. No era el mejor momento, sin duda. Ash tenía la cabeza apoyada en el pecho desnudo de alguien. Un pecho de chico, musculoso, que para ser más exactos pertenecía a... Mi hermano. Tragué saliva fuerte y abrí los ojos lentamente. No se cómo o por qué pero los había cerrado. Fijé mi vista en ellos. Ya reconocía la sensación que tenía en el pecho. Era una mezcla de frustración, rabia, decepción... Y celos. Muchos celos. Y ellos... Ellos ni siquiera habían tenido la decencia de despertarse.

~Que maleducados. Quizá necesiten un empujoncito... Una ayudita, ya sabes. Una caída accidental estaría bien...~

Empecé a acercarme lentamente procurando que no adviertieran mi presencia por el momento. No podía apartar la vista de Ash. Se veía tan tranquila inocentemente dormida... ¿Cómo podía algo tam bello causar tanto dolor?

DEJÉMONOS DE CORTESÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora