𝓔𝓷 𝓵𝓸𝓼 𝓽𝓮𝓳𝓪𝓭𝓸𝓼 ~ Tori Vega (+Jade West)

4.

-Supongo que volví al juego-.

Jadelyn West estaba cruzada de piernas con un maso de cartas en su mano derecha. Ocupaba los centenares de anillos que poseía y sus uñas teñidas de negro. Usaba alguna que otra pulsera pero realmente se le hacían incómodas. Tenía un labial rojo brillante adornando sus carnosos labios y su cabello negro reposaba sobre su espalda de forma prolijo.

-Extrañé verte jugar, niña-. Un hombre sentado enfrente suyo preparaba unos vasos de cerveza. Era obeso y sus remeras se quedaban siempre unos centimetros más arriba del ombligo. Su voz era gruesa y su cabello desbaratado daba a demostrar que era un hombre muy trabajador.

-Yo extrañé venir. Me alegra verlos, a todos-. Sonrió de lado. Jade no era muy del team alcohol así que se conformó con beber soda.

-¿Cómo va la remodelación de tu casa, eh?- Saltó otro hombre, quién lijaba el borde de una mesa.

-Bien. Está todo terminado, aún es un poco un caos, pero supongo que son cosas rutinarias-. Apoyó las cartas sobre la mesa. Después de un gran juego se sentía algo cansada.

-Sigo sin poder creer que la niña pobre se fue a ese vecindario único y exclusivo de ricachones-. Todos rieron, incluso Jade. -Si no fueras como una hija para mí, te robaría la billetera-. Dijo otro señor. Había bastantes en aquella cantina, pero West no sentía incomodidad alguna con ellos puesto que eran como hermanos. Crecieron juntos.

-Yo tampoco puedo creerlo, a decir verdad no es un mal lugar. Hay gente amable y bonita-.

-¿A quién te le tiraste?- La pelinegra se atragantó con su bebida. -Oh, vamos, no se hagan los finos, es obvio que queremos saber y con detalles, nena, anda-. El hombre que lijaba la mesa le palmeó el omóplato con una sonrisa graciosa. Tenía las manos asperas y una sequedad importante en su garganta. Era de tez negra y llevaba algunos tatuajes en su cuello.

-No me le tiré a nadie-.

-¿Entonces quién quiso de tí? Eres un diamante en bruto, Jade-.

-Ya, no, no pasó nada con nadie, ¿okey? No estoy las veinticuatro horas de mi vida pensando con quién tener relaciones. Sería raro-. Limpió sus labios con una servilleta de papel que encontró en la mesa.

-Vamos, cuenta, cuenta, cuenta-. Comenzaron a alentar todos. Algunos la sacudían de los hombros.

-Creo que sería mejor brindar-. Habló levantándose del asiento con una sonrisa y vaso en mano. -Por el éxito, por el amor no morboso...- Recalcó. -Y...-

-¡Y porque volviste!- Vociferaron todos con una sonrisa. Comenzaron a aplaudir y a golpear las mesas en señal de festejo. -Volvió nuestra reina, ¿qué les parece eso? ¿Cómo te quedó el ojo María?- Dijo el cantinero preparando más cervezas.

-No se meta mucho con la religión de los demás. Me llevé problemas con eso-. Aconsejó entre susurros con una sonrisa mientras le preparaban otro trago de soda. Luego tenía que conducir.

-Vamos, pequeña, veamos si me ganas. Estuve practicando mi jodida partida y debes saber que no tienes ni chances de derrotarme-. Dijo el sentado enfrente suyo mientras agarraba fuertemente las cartas y empezaba a mezclarlas con una velocidad envidiable. Jade volvió a sentarse.

-Yo creo que puedo ganarle. Soy victoriosa de forma nata-.

-¡Aaaah!- Dijeron todos. -Apostemos, apostemos-. Murmuraban.

-Apuesten por mí, soy más guapo-.

-Ya lo creo-. Rió acomodando su cabello.

La noche siguió y West estaba algo cansada pero sobria. Sus demás amigos estaban en el suelo casi empachados por tanto alcohol y nadie podría acompañarla hasta el lugar en donde dejó su auto.
No le tenía demasiado terror a estar sola a la noche, pero sí a la zona.
No admitió que ya estar allí le daba cierta inseguridad, no quería que se preocupen por ella.
La infancia de Jade fue inestable. Antes vivía en ese barrio con ellos pero no estaba feliz. Vio con sus propios ojos la crueldad y la inseguridad que frecuentaban esas pobres calles. Se mudó por trabajo pero también por calidad de vida. Amaba su ex zona, pero no podía negar en inminente miedo que ya estaba superando al vivir lejos.