Hace poco más de un mes, el 20 de Abril de 2020 moría uno de los grandes fotógrafos de las últimas tres décadas. Gilbert Garcin tenía 92 años y su carrera artística comenzó cuando le llegó la jubilación del trabajo al que había dedicado toda su vida, un pequeño negocio de lámparas en Marsella. Contaba con 65 años y toda una nueva vida por delante..., la de la fotografía.
Hace poco más de un mes, el 20 de Abril de 2020 moría uno de los grandes fotógrafos de las últimas tres décadas. Gilbert Garcin tenía 92 años y su carrera artística comenzó cuando le llegó la jubilación del trabajo al que había dedicado toda su vida, un pequeño negocio de lámparas en Marsella. Contaba con 65 años y toda una nueva vida por delante..., la de la fotografía. El punto de arranque fue el curso al que se apuntó en el Festival Les Rencontres d'Arles de 1995. A partir de aquí, ya nada sería igual para este artista novel sexagenario. El recién inaugurado Salón de París Photo de 1998 le brindó la oportunidad para que su obra se conociera en el ámbito internacional y le llevara en poco tiempo al Olimpo de la fotografía.
A través de sus imágenes vemos un mundo nuevo, donde la sencillez y la complejidad caminan de la mano, creando nuevas realidades y convirtiendo lo absurdo en cotidiano. Su forma de mirar transforma los objetos en algo distinto, los coloca al otro lado del espejo. Posiblemente esto sea lo que le unió, según el mismo reconoce, al cineasta Jacques Tati y al pintor belga René Magritte. Igual que ellos, Garcin nos enseña a ver un mundo nuevo entre lo visible y lo invisible, lo real y lo imaginado, en el límite entre lo consciente y el inconsciente. El fotomontaje o fotos escenificadas, como él las llamaba, son el soporte ideal para crear esas imágenes misteriosas llenas de sorpresa que recorre toda su obra, capaces de decir lo indecible. Le costaba mucho titular sus fotos, él mismo a menudo no encontraba explicación a sus propias creaciones. Estoy segura de que André Breton se habría quedado fascinado con las composiciones que Garcin creó y captó con su cámara analógica. Esos inventos ópticos que no pierden nunca ingenuidad y humor, y donde todo es falso y real al mismo tiempo. Sus fotos también tienen algo metafísico, esas representaciones geométricas que se entrelazan con la figura humana en busca de un cambio de relación y significado para construir nuevas asociaciones.
Detrás de cada instantánea hay un trabajo artesanal de muchas horas estudio, entre 20 y 30 horas dedicaba a cada una de sus recreaciones. Sobre la mesa de su modesto taller de Ciotat, montaba los distintos escenarios, unas veces eran cielos sacados de pintores del siglo XIX, otros, pequeñas superficies de arena o composiciones lineales inspirados en dibujos de Paul Klee, o incluso fotogramas de película antiguas sobre los que iba superponiendo su imagen colocada en un soporte. Cuando el espectador se aproxima a cualquiera de sus fotos descubre el juego de escala, las imperfecciones y la naturalidad y singularidad que encierra cada una de ellas.
Su trabajo es tan personal que él mismo es el modelo de sus fotos, él funciona como parte de su creación, él es el actor que representa el papel principal y que maneja a su antojo, según cada circunstancia. Garcin dijo: no soy yo, quizá sea un doble, pero esencialmente hay que verlo como un personaje.
Sus primeras apariciones fueron con un sombrero que pronto lo abandonó para presentarse con el abrigo heredado de su suegro, una joya familiar, que mantuvo como seña de identidad hasta el final de su carrera. En ocasiones incluye a su mujer como complemento necesario para contar algunas de sus historias.
Parece que las únicas referencias reales que marcaron su obra se encuentran en las películas de los años 20 y 30 del siglo XX. Su abuelo, Auguste Garcin regentó un pequeño cine, El Eden, donde en la década de 1890 se proyectaron las películas de los Hermanos Lumiére y donde él se empapó del cine de Buster Keaton y de Charlot.
El profundo sentido de soledad y de atemporalidad que recorren toda su obra le convierte en un autor de una gran intuición y sensibilidad, consciente del mundo inquietante que nos ha tocado vivir. Siempre dejando abierta la interpretación a cada observador. Transmitir sin imponer.
Un artista atípico, un artesano moderno, que construye con sencillez y con una poética desbordante una unidad discontinua que le convierten en un genio. Sencillamente, emocionante.
De la mano del fotógrafo José Ferrero el Centro Niemeyer de Avilés presentó en la primavera de 2017, la muestra "Las utopías de Gilbert Garcin", con más de 80 obras del fotógrafo francés.
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Damaris Hurtado Pérez: Arte
Random¿Te consideras un amante de las artes en todas sus manifestaciones? Damaris Hurtado Pérez te invita a conocer más sobre la historia del arte, tendencias, artistas , colecciones y más. Un complemento perfecto para el amor que sientes por el arte.