Jimin
Entré al apartamento y todo estaba en completo silencio. En la cocina los platos de esta mañana seguían en el fregadero con nuevos trastes incluidos, la correspondencia seguía sobre la mesa de comedor, la cobija con que Leila y yo nos cubrimos mientras veíamos una película la noche anterior seguía sobre el sillón. Todo estaba igual, señal de que ella no había salido de la cama a no ser para ir al baño y comer algo.
Dejé sobre la mesa de comedor uno de los regalos que le daríamos a Malú por su cumpleaños número cinco.
Caminé por el pasillo preparándome para lo que encontraría.
Leila no estaba bien. En los últimos meses nuestra relación estaba llena de altibajos, un día estábamos bien y al otro no sabíamos ni que hacer con la simple presencia del otro. Todo era porque estábamos intentando que quedara embarazada, pero las cosas no estaban saliendo como queríamos y eso nos frustraba, sobretodo a ella. A mí me dolía demasiado escucharla llorar y culparse a sí misma cuando recibíamos sólo negativas.
Ambos queríamos ser padres. Yo quería verla con una gran panza y esa imagen se dibujaba en mi mente diariamente.
Soñaba con tener un hijo con la mujer de mi vida, mi esposa.
Debido a que ella tenía un desequilibrio hormonal, eso hacía que fuera difícil concebir. Al principio fuimos con médicos porque pensamos que quizás era yo el del problema, pero todo estaba bien conmigo. El doctor sólo nos dijo que debíamos tener paciencia o recurrir a un tratamiento de fertilidad, lo cual ella no estaba muy convencida de hacer.
Ambos habíamos mejorado nuestra alimentación, tomábamos vitaminas y ella otros medicamentos que le habían recetado, hacíamos ejercicio; llevábamos una vida lo más saludable que podíamos para lograr nuestro objetivo de por fin ser papás. Aunque teníamos alrededor de seis meses intentando y nada pasaba. El doctor también nos dijo que si ya se cumplía el año y aún no lo lográbamos, lo mejor sería tomar otras opciones.
Cada que veíamos los resultados negativos, me sentía mal pero yo trataba de darle ánimos a Leila, de cultivar la esperanza y las ganas de seguir intentándolo. Ella podía tener una actitud buena por algunos días, pero luego volvía a caer en un espiral autodestructivo y así sucesivamente. Se negaba a volver a terapia y realmente no sabía cómo ayudarla.
Ella era la más afectada debido a su pasado, a que perdió a su bebé y pasó por momentos muy difíciles luego de eso. Aún si no pudiese entender del todo lo que ella sentía, trataba de hacerlo y mantenerme firme por ambos, pero había días en que todo parecía ir muy mal.
Leila era todo para mí, la amaba con mi vida. Cuando la conocí pude darme cuenta de que era una persona que había pasado por mucho, a pesar de que no mencionaba nada al respecto porque no teníamos la suficiente confianza, y al inicio de lo nuestro fui muy paciente con ella porque sabía el miedo que tenía al abrirse y volver a confiar en otra persona, pero logré derribar sus muros. Los mismos que cada tanto amenazaban con dejarme afuera, pero yo no quería darme por vencido. No la iba a dejar sola. Jamás.
Abrí la puerta, la habitación estaba a oscuras, pero la puerta que daba al balcón se encontraba abierta y podía verla allí sentada, mirando a la nada perdida en sus pensamientos. Caminé lentamente hasta quedar a su lado, ella ni me volteó a ver.
Su cuerpo estaba cubierto con una manta ya que en otoño las noches eran algo frescas.
–¿Por qué sigues conmigo? –Su voz pausada se escuchó en el silencio de la noche.
–¿Qué?
–Negativo. De nuevo. –Me mostró las tres pruebas de farmacia que se había hecho y que salieron negativas.
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UNEXPECTED. |MYG
FanficKang Tami estaba feliz y satisfecha con la vida que tenía; futura Diseñadora de Moda, contaba con el apoyo de su familia, disfrutaba de la compañía de sus amigos, que eran pocos pero se sentía agradecida por tenerlos, su novio parecía dar la vida po...