La niña de nunca jamás

𖦹 Capitulo 7 𖦹

Un año, había pasado un año desde que Peter había dicho que iba a llevar a Lily a Nunca jamás y no había vuelto

Un año en que Lily trato de convencerse de que solo fue un sueño, una alucinación, algo producido por su mente a causa de leer tanto cuento de hadas y el sentimiento abrumador de soledad

Un año en que Lily había conseguido, casi por completo, dejar a tras a Peter Pan

—¿Te vas? —preguntó Lily con ojos cristalinos

—No estés triste Lily, esto es lo que quiero —dijo Julia, quien ya tenía su mochila puesta y una bolsa en mano

—Estoy feliz por ti, Julia. Solo me da tristeza

—Te vamos a extrañar mucho -dijo Pedro abrazando a la mayor

—Y yo a ustedes

—Julia, es hora -Maria entró a la habitación— Te están esperando

Julia les dió una última mirada a sus amigos y salió de ahí

Hace una semana habían venido a entrevistarla para ser adoptada, eran una hermosa pareja, amorosa, feliz, y vivían lejos. Julia siempre había soñado con tener un hogar, y aunque consideraba el orfanato uno de los pocos lugares felices en su vida, no podía perder la oportunidad de ir a vivir con una familia, de tener un papá y una mamá

—Tengo que irme, sabes que a Rita no le gusta que estemos despiertos tan tarde —dijo Pedro levantándose de la cama de Lily

—Creo que ya estamos grandes para eso

—¿Vas a estar bien? —Lily no esperaba esa pregunta— Se que Julia y tú se conocían desde mucho antes y...

—Voy a estar bien —sonrió Lily— Descansa

—Tu igual —y salió de la habitación, dejando a Lily perdida en sus pensamientos

Lily, ahora con sus 12 años, llegó a pensar que no haber aceptado ser adoptada fue una mala decisión, ¿Por qué no dijo que si? Y luego recordaba a Peter. Si, sin duda una estúpida decisión, y nada realista

¿Peter Pan? Por favor, ya ni los peques de cinco años creen en eso

¿Hadas? Mejor dicho luciérnagas

¿El polvillo de hadas que supuestamente le habían regalado? Solo era tierra

No había ninguna razón para que siguiera pensando que las hadas existían, que el existía. No había razón para mantener la fé

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—¿Que más podemos hacer? —preguntó una pequeña rubia

—No lo sé —la vos del castaño salió quebrada

—Peter...

—¡No lo sé!

—Peter, tienes que calmarte —habló un chico de pelo negro, el cuál le llegaba al borde de la cara— Si no hacemos algo todo está perdido

—¿¡Crees que no lo sé!? —gritó desesperado— Lo siento, lo siento —soltó un suspiro cansado— Ya... Ya no tengo ideas

—¿Te darás por vencido? —preguntó la rubia con los ojos llorosos— Peter no... No puedo perder a nadie más

—Y no lo harás —dijo el pelinegro poniendo una mano sobre el hombro del castaño— Encontraremos la forma de arreglar todo