2. pizza y Sherlock.

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- mami, creo que tu tostada ya se ha tostado.- Ander señaló el trozo de pan carbonizado.

- ¡joder! Se me olvidó- dijo para sus adentros.

Efectivamente la tostada estaba íntegramente negra y bastante caliente. Esto último lo comprobó de forma empírica al intentar tomarla con sus dedos

- ¡mierda!- dijo por lo bajo, pero no lo suficiente como para que no llegara a oídos los otros dos presentes allí.

-ha dicho DOS palabrotas- susurró la niña cerca del oído de su hermano y ambos rieron.

-hoy vais a casa de la tita Marina.- les recordó su madre. Riendo por aquella conversación secreta no-tan secreta.

-es verdad, Andy ¡es viernes!- celebró la niña.

Los viernes era su día favorito, porque tenía practica de Judo y futbol en el mismo edificio. Marina los recogía y los llevaba a su casa, donde había un ordenador con juegos. Casi siempre, Marina invitaba a los pequeños y a su madre a comer y volvían tarde a casa.

-sí, y mañana es sábado y voy a salir- les comunicó.

No era algo que Alba hiciera seguido, de hecho, lo hacía porque sus amigas y su padre le insistían.

nos quedamos con tita Marina, con los abuelos o vamos a casa de mamá?- preguntó el pequeño con los ojitos brillantes porque cualquiera de las tres opciones le ilusionaba por diferentes razones.

- casa de mamá. -respondió y vio aquellas miradas cómplices tratando de imaginar que pasaba por sus mentes.

- ¿sabes qué significa, Andy?

- ¡pizza y...!

- ¡SHERLOCK!- gritaron a la vez.

Era su plan de fin de semana en casa de mamá. Ver su serie favorita y comer pizza.

- pero bueno. Veo que ya tenéis todo organizado.

Alba no intentó ocultar su sonrisa, ante la felicidad de sus peques.

...

- t... te... te ha... te... te has.

- ¡jolines, Andy! Trae.- Olivia le quitó la tarjeta del juego de mesa.

- ¡MAMÁ!

- Olivia, no. Deja que tu hermano lo intente.- dijo seria, aún así sin levantar el tono de la voz.

- pero esta tardando mucho...

- deja que lo intente- persistió.

- no, ya no quiero.

La niña suspiró.

- venga. Lo siento. No me enfado.- dijo poniendo una mano en el hombro de su hermano.

- ¿queréis que lea yo todas las tarjetas?

Se miraron cómplices y como si lo hubieran decidido en un silencioso lenguaje secreto, se pusieron de acuerdo.

- vale- dijeron al unísono.

La madre tomó la tarjeta.

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