23. siete de enero.

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El mes de diciembre estaba a la vuelta de la esquina, el frío ya había llegado para quedarse y, aunque todavía no lo admitiese, Natalia también; a pesar de su brazo escayolado, ya había comenzado a trabajar en el pequeño restaurante de África y Damion, al cual le fue bastante bien en sus primeras semanas. Los horarios eran rotativos pero la morena siempre prefiería el de por el día, ya que las noches prefería destinarlos a hacer algunas actividad con su rubia favorita. Como era el caso de aquel día, viernes por tarde, el lugar casi vacío, el frío calaba los huesos afuera; dentro, se desataba una discusión entre la pareja dueña del local, mientras Natalia terminaba de limpiar una mesa.

- ¡¿por qué los has comprado sin mi ayuda?!- la chica pretendía estar enfadada pero se le escapagar la risa entre frase y frase.

- por que son solo adornos navideños.

- pues has comprado seis cajas de guirnaldas amarillas, amor.

- eso no es verdad.- él giró la cabeza hacia Natalia, en busca de aprobación.

- son amarillas- confirmó la morena.

- joder...

- ¿por qué no le has preguntando a la dependienta? "Disculpa por casualidad, ¿no serán estas guirnaldas amarillas?" Y ya está.

- porque iba a pensar que estoy loco.

- o que eres daltonico, quizás.- dijo su esposa con el tinte irónico que tomaba fuerza en su voz ante el más mínimo disturbio.

- o que soy daltonico, sí.

- es que ERES daltonico, Damión, amor mío.

- ¿y ahora que hacemos?

- tendrás que ir a cambiarlas.

- no, qué vergüenza...

La campanilla de la puerta alertó la llegada de personas, para sorpresa de Natalia, no se trataban de clientes, sino de cierta rubia a la cual solo se le podía ver una parte de la cara por la cantidad de abrigos que llevaba puestos.

- ¿que tal?- saludo la rubia con su habitual sonrisa iluminadora.

- ¡hey, hola! ¿Ya son las cinco? Que rápido.- natalianle dio un beso en la nariz, la única parte que no estaba cubierta por capas de ropa.

- parece que ha sido un día corto.

- hoy ha sido ameno, sí...

- pero no dejo de pensar que olvido algo...- comentó Damion

- ¡LAS NIÑAS!- dijeron a la vez.

- yo voy.- dijo el chico buscando en sus bolsillos, las llaves el auto que Africa acabó por darle.

- ¡ya estoy lista, ya estoy lista!- Noelia, la chica que cubría el otro turno, salio de la sala de descanso (que también era la guardería de niñas y bebé cuando nadie podía quedarse a cargo) con el uniforme del trabajo, lista para reemplazar a Natalia que se apresuró en dejar su uniforme, tomar sus cosas y salir con la rubia; no sin antes dejar que esta le arregle la bufanda y gorro como era costumbre.

- son monisimas- comentó Noelia cuando se fueron.

- ya, que se casen. Opino- África le dio la razón.

- y el señor coemzno a cantar el feliz cumpleaños en italiano porque patece que toda la familia era de allí.

- ¡y que hiciste!-

- pues inventarme la letra.

- ¡no puede ser!

Contarle anécdotas a alba era quizás de sus actividades favoritas, así como podría escucharla hablar de lo que sea por horas, tambien podía hacerlo viendola reaccionar sus anécdotas, cada gesto, cada suspiro y cada reacción eran dignas de ser inmortalizadas y retratadas. Simplemente podría pasar horas viendola existir.

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