3. acento ruso.

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Era viernes en la noche, habían cenado en casa de la hermana de alba, quien se ofreció a llevar a Alba y a sus peques a su casa después de la cena, y tuvo que ayudarle llevando a Olivia hasta su cama, mientras Alba llevaba a Ander, pues ambos habían caído rendidos en las sillas para el coche que marina había adquirido pura y exclusivamente para llevar a sus sobris.

- ¿segura que no quieres quedarte? Es tarde y ya estás aquí pregunto casi en susurros mientras le quitaba los zapatos a un dormidísimo Ander.

- ojalá pudiera, pero me han llamado de la clínica. Tengo que cubrir un turno en dos horas.- explicó acabando de quitarle la sudadera a su sobrina que había abierto los ojos pero se negaba a cooperar.
-además estoy a tres minutos con el coche.

- ¡Marina, pero haberlo dicho antes! Nos veíamos otro día y te ibas temprano a la cama.

- no, si no me iba a dormir temprano ni aunque quisiera. Ya me conoces.- terminó por cubrir con la manta a la niña que acabó por rendirse en su lucha contra el cansancio y cerró los ojos.
Dejó un beso sobre su cabeza que le dibujó una sonrisa e hizo lo mismo con el niño.

- venga, hasta pronto entonces.- se despidió de su hermana menor y provechó para dejar un montón de besos en su mejilla.
Era algo muy suyo que llevaban haciendo años. Alba probaba cuanto tardaba marina en hartarse de aquel ataque de amor. Su récord había superado los cien besos aunque la media solían ser veinte.

- venga ya me voy.- le sonrió.

Alba la acompañó hasta la puerta y la saludó con la mano cuando se alejó en su coche.

Solamente entró para buscar el paquete de cigarros en el estante más alto del aparador del baño de su habitación y se sentó en el descansillo.

poco tardó cierta morena en salir de su furgoneta.

- creía que hoy también acabaría fumando sola.

- ¿solo fumas de noche?- preguntó alba con la sonrisa de quien ve algo bonito aparecer de repente.

- no, ojalá. pero me siento mejor si al menos no lo hago sola.

- pues aquí estoy.- se encogió de hombros la rubia.- ¿cómo va tu furgo?

- no va.- respondió contundente y mirando al gran cacharro como si tuviese alguna culpa.- sabía que pasaría. Tenía demasiadas cosas pequeñas por reparar. Pero decidí dejárselo a la Natalia del futuro y aquí estoy. Tampoco me va tan mal.- le dió una calada al cigarro.

- ¿tenías planeado llegar a algún lugar?

- pues... sabía que para finales del próximo mes quería estar en murcia, tengo amigas por allí.- dijo con completa despreocupación, dejando en evidencia que el destino era lo menos importante de su viaje. O tal vez que no tenía un destino claro.

- ¿y qué harás ahora?

- si puedo arreglar esto antes de mitades de noviembre, retomar viaje; si pasa después de esa fecha volver a pamplona a pasar navidades...

- ah, eres de pamplona.- expulsó el humo de cigarro de tal manera que la morena tuvo que sujetarse las bragas.

- ¿qué? ¿Mi acento ruso te ha confundido?- ironizó (pues era consiete de su marcado acento norteño), haciendo reír a la rubia que por unos segundos olvidó que pasaba la media noche y que estaba hablando de un lado de la acera a otro.

Natalia reafirmó su pensamiento con respecto a la risa de la rubia cuando la escuchó soltar una carcajada; era atraganta y contagiosa de esas risas que valen la pena escuchar.
Alba hizo una seña con la cabeza, invitándola a sentarse a su lado y así poder bajar más la voz.

- toda mi familia es de allí excepto mi madre, que es valenciana.

- ¡anda! Yo soy de Elche.

- lo intuí, bueno, en realidad lo noté en el acento de tus hijos.

- ya, se les mezcla un poco con el de su mamá, que es de aquí, pero es verdad.

Hablaron durante un tiempo aproximado de dos pitis y medio.
Hablaron de la facilidad de la rubia para que se le peguen los acentos de las demás personas, del precioso acento de su amiga sabela, de porque la morena usa expresiones de medio mundo y de sus lugares favoritos del país.

Hasta que a Alba le ganó el sueño y se despidió de la morena. Tiró las colillas en la papelera del baño de su habitación, volvió a dejar el paquete en el estante más alto del aparador, cepilló sus dientes y se fue a la cama.


...

Natalia se había pasado toda la mañana de bar en bar. Buscando quién le deje cantar. Pues su escasa reserva de capital se estaba agotando muy rápido y necesitaba dinero si quería repara su furgoneta lo antes posible.

De los mas de treinta bares que visitó, solo un par le dejaron tocar y solo uno esa misma noche.

Tampoco se había molestado en insistir tanto. Después de todo, siempre estaba el metro de Madrid o los parques en fin de semana.

Se quitó las zapatillas en cuanto cruzó la puerta de su vehículo, se sentó en el suelo y se encendió un cigarro, sin importarle demasiado que aquel vehículo sin ventanas abiertas se llenase de humo.

-joder, macho. Que puta humedad- se quejó en voz alta en cuanto se relajó y sintió el dolor de espalda que llevaba acompañándola todo el día.
-¡uyva! Me vibra el culo- rió. También en voz alta. Cosa a la que estaba acostumbrada a hacer, los gajes de la soledad.

Sacó el móvil de su bolsillo trasero del pantalón.

- ¡blaya! ¿por qué me llamas?

- ¡Natinatilla! ¿Como va ese motor?

- ¿el de la furgo dices? Como el culo.

- va a ser que no nos vamos a ver antes de navidades.

- bueno, siempre puedes venirte a pamplona y celebrarlo con mi familia.

- o tú con la mía, como casi todos los años.

- sí... no.

- oye, pero mis sobrinas ya han crecido. Ahora se portan mejor.

- discutible.

- bueno, pero para año nuevo si que te vienes.

- que sí, que sí.

- igual estamos asumiendo que tu furgo no va a funcionar en un tiempo larguísimo.

- es una posibilidad.

- ¡pensar en positivo, mujer!

- venga. Voy a ver si consigo algo de dinero, que llevo comiendo sopa de sobre una semana ya

- ¿por que no me extraña para nada? Venga, vete ya. Adiós guapa

- hablamos en la noche.

- vale, adiós.

nómada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora