—¿Cuánto le has puesto?
—Dos mililitros.
La sensación de paz que sentía mi cuerpo me alentaba a que continuase disfrutando del sueño tan reparador, si bien algo dentro de mi mente parecía oponerse sacándome poco a poco de esa duermevela y siendo más consciente de la conversación que estaba teniendo junto a mí.
—¿Algún cambio?
—Todavía no, doctor Myers.
—En cuanto veas algún cambio, avísame. Es un buen sujeto y no quiero perderlo.
La voz del doctor me resultaba familiar pero me sentía demasiado aturdido como para ubicarle. Un recuerdo se fue abriendo en mi mente espesa: un disparo, el grito de Lena y la oscuridad.
«El grito de Lena» pensé detenidamente.
En cuestión de segundos un sin fin de imágenes comenzaron a bombardear mi cabeza. ¡Iban a usarnos como sujetos en uno de los laboratorios del Gobierno! Mi respiración se aceleró. A la par el pitido de una de las máquinas aumentó, no me costó comprender qué era la que controlaba mi corazón.
—¿Ya se ha despertado, señorito Coleman? —preguntó el doctor.
Intenté abrir los ojos. La luminaria me cegó obligándome a volverlos a cerrar. Instintivamente intenté cubrirlos con el brazo, fue ahí cuando me di cuenta de que tenía las muñecas y los tobillos sujetos a la camilla.
—Jason, baja la intensidad de la luz. ¿Así mejor, señorito Coleman?
Abrí despacio los ojos y analicé dónde me encontraba. Era una de las habitaciones con cristalera de los laboratorios.
A un lado de la camilla me observaba el doctor Myers —el hombre de pelo cano que me había disparado— con un gesto serio. Detrás de él se encontraba la joven que nos había encontrado a Lena y a mí. Tenía una tablet entre las manos en la que tomaba notas. Cuando bajó la vista para mirarme sus gafas resbalaron por el puente de la nariz, en un gesto mecánico las colocó en su sitio.
Mi atención se desvió al otro lado de la sala, donde estaba uno de los jóvenes con los que había llegado el doctor Myers antes de secuestrarnos. Era el chico que se había paralizado de terror mientras observaba cómo Lena luchaba. Se sentaba muy recto mientras sus dedos tecleaban de forma frenética frente al ordenador. El ruido que salía de ello me taladraba los oídos y sin darme cuenta un gruñido salió de mi garganta. En el acto dejó su tarea para observarme con un brillo de temor en los ojos.
—¿Cómo te encuentras, señorito Coleman? —me preguntó el doctor.
Una mueca de disgusto apareció en mi rostro al escuchar ese apelativo en tono condescendiente.
—No me llame así —dije con voz ronca debido a la sequedad de la garganta.
Una sonrisa burlona atravesó de forma fugaz su barba antes de volver a su rictus sobrio.
—¿No preferirá que le llame Anthony Wayne? No sería justo para el pobre chico al que dejaste inconsciente para arrebatarle su nombre y poder colarte en nuestras instalaciones.
—Sí, seguro que te preocupa mucho el pobre Anthony Wayne —comenté sin apartar la vista. Las comisuras de sus labios volvieron a elevarse ligeramente.
No me sorprendía que hubiesen dado con nuestras perfiles reales, las identidades falsas eran fáciles de rastrear si te lo proponías y más aún cuando esas identidades eran una copia de alguien real que estaba vivito y podía denunciarte.
—Es cierto, la verdad es que no me importa. —Se acercó un poco más a mi rostro—. No obstante sí que me interesaría saber un detalle, señorito Coleman: ¿Cómo un chico del segundo sector y con un perfil impecable como el suyo ha acabado dentro de mis instalaciones con una terrorista del cuarto sector como Lena Thomson? —Su mirada serena se clavó en la mía como si intentase leer dentro de mí. El silencio de la sala duró tan solo unos segundos aunque a mí me parecieron eternos. Luego con un gesto despectivo señaló a la chica que estaba detrás de él—. Aylin, que es una romántica, piensa que es por amor. —Mis ojos se desplazaron a la chica que trataba de ocultar su rostro enrojecido tras la tablet—. Jason tiene otra teoría con la que concuerdo más. —Miré al chico, ya no quedaba ningún rastro de temor y en su lugar tenía un aire prepotente que me recordó bastante a Gregory—. Cree que tampoco es tu verdadera identidad, pero que en lugar de ser un chapucero perfil falso se trata de uno real. Algo muy difícil de conseguir. Lo que hace que me pregunte quién eres en realidad. —Se quedó un rato en silencio mientras se peinaba la barba de forma meditativa—. Aunque la verdad es que no importa mucho —dijo cuando salió de su trance—, solo nos interesa tu cuerpo. Además ya tendré tiempo de enterarme más adelante. Ahora contesta a mi pregunta, por favor. ¿Cómo se encuentra, señorito Coleman?
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Sector 0: La Rebelión (libro 2)
Ciencia FicciónEn una Ciudad dividida por sectores y dirigida por un Gobierno dictatorial, Josh solo piensa en vengarse por la muerte de su prometida a mano de este. Sin embargo, su lucha se ve interrumpida por una joven que hace que sus ideologías se tambaleen y...