CAPÍTULO 32

422 83 51
                                    

Me moví un poco y un quejido escapó de mi boca. Me dolía el cuerpo. Intenté abrir los ojos, pero también me molestaban. Así que decidí mantenerlos cerrados. ¿Qué había ocurrido? ¿Dónde estaba? A mi mente vinieron imágenes de luces cegadoras, jeringuillas y sangre. Mucha sangre. Se me revolvió el estómago obligándome a incorporarme. El gesto no ayudó mucho y lo vacié al pie de la cama, junto a unas zapatillas de andar por casa verdes con forma de zarpas y una mesilla de contrachapado azul oscuro. Agotado me dejé caer en la cama. La cabeza me zumbaba como si hubiese en ella miles de abejas cabreadas. Incapaz de mover ni un músculo de mi cuerpo me dediqué a analizar el lugar.

Era el dormitorio de alguien. «Alguien que le apasiona Warcraft y los videojuegos de carreras» pensé al ver la estantería que había frente a la cama repleta de pequeñas figuritas del juego y un sillón con forma de coche de carreras frente a dos grandes monitores. La imagen del único cuadro que había cambio llamando mi atención, ya no era la superficie de la Luna ahora era la de una chica con muy poca ropa que limpiaba un coche. Volví a dar un repaso a la estancia; los muebles azul oscuro a juego con las espesas cortinas; el sillón de carreras; el puff de color gris oscuro que había a un lado; la cama amplia... todo me hacía pensar que me encontraba en la habitación de un chico, y por el tamaño de aquellas zapatillas de andar por casa, un chico muy grande. Luego presté atención a otros pequeños detalles, como el interruptor para encender la luz del baño (que había a un lado) o el casco de realidad virtual que había en la mesilla. El casco era un antigualla y si había interruptores significaba que la casa no tenía instalación de domótica, por tanto me encontraba en una casa del Sector 3.

Estuve un rato más así hasta que me aburrí de analizar cada pequeño detalle de la habitación. Por mucho que siguiera mirando y haciendo conjeturas ninguna de ellas me diría a quién pertenecía ni cómo había llegado hasta allí. Con un esfuerzo sublime me incorporé para sentarme al borde de la cama. Observe mi vestimenta: una camiseta y un pantalón de pijama enorme. Lo primero en lo que me fijé fue en la imagen enorme del elfo de pelo largo que había estampada en la camiseta. Luego mi atención se fue a mis brazos, estaban completamente vendados hasta las manos. Las miré desconcertado, como si no fueran parte de mí. Comencé a despegar el esparadrapo que sujetaba la venda hasta dejar al descubierto mi mano. Tanto en el dorso como en la palma había una gran herida en forma de medio círculo. Una sensación mala se enroscó alrededor de mi estómago y por puro instinto seguí desenrollando hasta que mi brazo quedó completamente descubierto.

—¿Qué demonios...? —murmuré en tono ronco cuando vi los arañazos y las heridas. Me fijé mejor en las marcas. Parecían... «Mordiscos».

En cuanto lo pensé otra avalancha de imágenes perturbadoras aparecieron en mi mente. Pero esta vez mucho más nítidas. Grité horrorizado mientras caía de rodillas sujetándome la cabeza. Entonces la puerta se abrió de golpe y dos siluetas me rodearon. El miedo se apoderó de mí y me alejé asustado mientras me cubría el rostro con los brazos.

—Hey, tío, tranquilo soy yo, Jake.

Retiré el brazo y me encontré con los ojos dorados de mi amigo. Toda la angustia y el miedo desapareció de golpe y el consuelo de verle allí hizo que me rompiera. Le abracé con fuerza mientras mi cuerpo temblaba.

—Tranquilo, tío, tranquilo —me susurraba.

Cuando me separé de él por fin me fijé en la otra figura.

—¿Cómo te encuentras, Cerebrito? —me preguntó Mark con una sonrisa desenfadada en los labios aunque la preocupación se reflejaba en sus ojos.

—Como si me hubiese pasado un camión por encima.

—No estás muy desencaminado —murmuró antes de ayudarme a incorporarme para sentarme en la cama.

Se sentaron a mi lado. Me observaban con atención y con algo más que, si no hubiese estado seguro que no era posible porque eran mis amigos, hubiese descrito como miedo.

Sector 0: La Rebelión (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora