CAPÍTULO 12

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Tenía las muñecas ensangrentadas de intentar quitarme la brida de plástico y la garganta me ardía de gritar. Estaba desesperado. Necesitaba soltarme y comprobar que no era verdad, que Tania solo había venido a torturarme diciéndome que habían capturado a Lena. No había conseguido nada.

Pasado cierto tiempo la puerta se abrió y por ella aparecieron Aron, Tania y uno de los peones que me había estado torturando. El mundo se me vino abajo cuando detrás de ellos apareció el otro peón con Lena. 

La empujó para que entrara haciendo que una de sus rodillas se clavase en el suelo. Mientras tanto el otro chico se acercó a mí y con un movimiento brusco me obligó a sentarme recto. Un estallido de dolor recorrió mi cuerpo, lo ignoré demasiado alerta por lo que estaba pasando. Observé a Lena detenidamente. Estaba igual que siempre, quizás algo más pálida. Pero en las condiciones que nos encontrábamos tampoco era raro. El pelo le había crecido hasta por debajo de las orejas y lo llevaba recogido en una coleta que se le había deshecho haciendo que varios mechones le cayesen a los lados del rostro. Vestía de negro con unos pantalones que se le pegaban a las piernas y sus botas de siempre. Unas botas que le llegaban a mitad de la pantorrilla sin tacón. Eran las botas que se entregaban a los miembros de La Organización como parte del equipo de entrenamiento. Esas habían pertenecido a Tania —era parte de la ropa que le cedió cuando estuvo en mi casa— ya que a Lena nunca se le dio el equipo porque no llegó a formar parte de él. Por arriba vestía una camiseta negra de manga corta que se le ceñía al torso.

Intenté que me mirara a los ojos para saber cómo se encontraba. Solo necesitaba eso, sus ojos me lo dirían. Pero no me miró en ningún momento. La sentaron en una silla junto a mí.

—Bien —dijo Aron—, ya estamos todos. —Pasó la vista de uno a otro evaluándonos hasta que se detuvo en Lena—. Josh no está muy colaborativo, así que comenzaremos contigo.

—¡No! —dije sin poder contenerme—. Os diré lo que queráis.

—¿Qué ha pasado con lo de que no sabías nada del grupo del Sector 4? —preguntó Tania burlona.

—Lo que queráis —repetí.

Las horas que siguieron fueron un interrogatorio en el que tuve que usar mucho la imaginación. Lena no hizo ningún gesto. Se mantuvo en silencio. Si le sorprendía lo que estaba narrando, no hizo alusión a ello, más bien parecía que no prestaba atención. Permaneció con la vista fija en Aron, el cual estaba concentrado en mi confesión al igual que Tania. Los dos peones se les había ordenado que salieran mientras yo hablaba. 

De vez en cuanto miraba de reojo a Lena, aunque intentaba no hacerlo mucho para que Aron y Tania continuasen con su atención puesta en mí. Me aterraba que la torturasen. Así que no me importaba pasarme horas inventando historias si con ello la dejaban en paz. 

No sé cuánto tiempo estuve así, hasta que Aron dejó de preguntar. Me analizó de forma seria y luego sus ojos se posaron en mi compañera. Sentí cómo el corazón me dio un vuelco.

—Bueno, Lena. ¿Puedes corroborar algo de lo que nos ha dicho Josh? —preguntó con su calma tan característica. Aguanté la respiración a la espera de escuchar la voz de Lena, esa que me aparecía en sueños pero que llevaba seis meses sin oír.

—Que os acaba de contar un montón de mentiras —dijo en un tono igual de tranquilo que Aron. Cerré los ojos al escuchar sus palabras y una sensación de vértigo me vino de golpe. Negué con la cabeza desesperado. Entendía que estuviese enfadada, pero no era el mejor momento para sacar rencores del pasado. Cuando los volví abrir tenía los ojos azules de Aron fijos en mí.

—Ya me parecía a mí —murmuró. Dejó de analízame para volver a prestar atención a Lena—. Cuéntanos tú algo de ese grupo que habéis creado.

Sector 0: La Rebelión (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora