03 | El artista de las redes

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21 de Junio de 2019

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21 de Junio de 2019

Pese a que me siento libre en cuanto salgo por la boca del metro, cambió de idea al sentir los rayos de sol penetrar en mi piel. Saco las gafas de sol para evitar ser cegada por esa luz del infierno. Al menos no se encuentra en su máximo esplendor. A la hora de comer es horrible estar por la calle. Agradezco que el trayecto hasta la oficina sea corto. Por una parte envidio a Carla.

Reviso mi móvil y no tengo ningún mensaje de Olimpia. No sé si es algo bueno o malo. La puntualidad es una característica que valora mucho, lo aprendí mi primer día de trabajo cuando me retrasé cinco minutos. Cinco. Por una maldita avería en el agua. Me duché más tarde y en consecuencia salí de casa fuera de mi hora.

En cambio, de quien sí tengo un mensaje es de mi compañera Valeria.

Valeria: ¿Dónde estás, Estela?

Valeria: Olimpia está que trina.

Tengo miedo de contestar y me siento una cobarde por ello. No quiero perder el trabajo. Aunque mi jefa es maja, cuando se cabrea es mejor mantener la boca cerrada. El móvil vibra con una nueva notificación.

Marcos: ¿No vienes?

Bloqueo el móvil para no leer más mensajes. Me estoy poniendo de los nervios y encima voy a la oficina sin mi café de todas las mañanas. Tardo menos de lo que espero en llegar. Cuando veo el número del edificio se me pasa por la cabeza darme la vuelta, ir a casa y fingir que estoy enferma, pero mi orgullo me impide hacerlo. No es mi culpa que esté llegando tarde.

Hago el viaje en el ascensor en completo silencio. Las manos me sudan y las froto contra mi pantalón. Es una mezcla entre calor y nervios. Cuando la puerta de la oficina se abre, la primera cara que veo es la de Valeria.

—¡Al fin te dignas a venir! —exclama.

Un poco exagerada es. Llego algo tarde, no es como si me hubiera tirado cuatro horas desaparecida.

—No es mi culpa —me quejo—. El metro decidió irse a la mierda.

Agita los brazos, restándole importancia.

—Ahora da igual —Señala con la cabeza una puerta al fondo del pasillo—. Te espera en su despacho. Dijo que quería comentarte algo sobre el próximo número de la revista.

Asiento.

Mis pasos son pesados mientras me dirijo al despacho de mi jefa. Cruzo los dedos mentalmente. Por hoy he tenido bastante con la avería del metro. Perder el trabajo sería el colmo de la mala suerte. Murphy, puedes irte a la mierda. Mi mano agarra el manillar y lo giro. Olimpia ocupa un asiento frente a su escritorio de metacrilato. Admiro su orden. Varias carpetas están organizadas en un montón, junto a un portalápices repleto de rotuladores.

Carraspeo para hacerme notar y ella alza la cabeza. Arquea una ceja y luego me indica con la mano que ocupe una silla frente a ella. No menciona mi tardanza y eso empeora mi estado de nervios.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora