14 | Lucha por tus sueños

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17 de Agosto de 2019

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17 de Agosto de 2019

Reviso por tercera vez el mensaje para comprobar que es verdad y que no ha sido producto de mi imaginación.

—¿Por qué sonríes?

Me llevo la mano al corazón del susto. Carla tiene la horrible manía de aparecer por arte de magia en los sitios. Sostiene la tablet entre sus manos y no descubro lo que tiene planeado hasta que no entra en la cocina: va a cocinar un bizcocho. No digo nada y tarda poco en atar cabos.

—Asumo que se trata de Lander, ¿no?

Observo cómo se coloca el delantal y comienza a rebuscar en los armarios, haciendo demasiado ruido para mi gusto. Minutos después tiene todos los utensilios desparramados por la encimera.

—Quiere quedar conmigo en el Retiro.

Carla no lo sabe, pero apuesto cualquier cosa a que pretende que visitemos juntos el Palacio de Cristal. Después de contarme aquella noche en su casa el significado que tiene ese lugar para él, entiendo que quiera compartirlo con otra persona. Me gusta saber que piensa en mí.

Tras abrir el frigorífico y sacar algunos ingredientes, me mira.

—¿Cómo una cita? —inquiere. Percibo la curiosidad en sus ojos.

—Supongo.

—Supones —repite mis palabras.

—Es complicado —confieso—. Lander me atrae, pero necesito ir despacio.

—¿Te atrae tipo «Oh, me encanta la personalidad de este chico»? ¿O tipo «Te empotraba contra un muro»?

Si esas palabras hubieran salido de la boca de otra persona, probablemente me habría muerto de la vergüenza, pero conozco a mi amiga desde hace mucho tiempo y sé que a veces es un poco... brusca. Aunque no voy a mentir, porque tiene toda la razón del mundo.

—Ambas. —Guiño un ojo y me levanto del sofá para ayudarle con con el bizcocho.

—Qué traviesa eres —murmura mientras vuelca los ingredientes en el bol de cristal.

De alguna manera estoy un poco asustada por acudir a esa especie de cita, pero tengo ganas de pasar más tiempo con Lander. Su compañía me hace bien, a pesar de que mis sentimientos se revolucionen cuando estamos juntos. Por una parte creo que es justo lo que necesitaba en mi vida, esa pequeña gota de esperanza.

—Estoy feliz —suelto sin medir mis palabras.

Carla deja de mezclar y la cocina se llena de un repentino silencio. Soy consciente de la verdad de mis palabras cuando mi amiga me mira sonriente. Hacía tanto tiempo que no me sentía de esta manera que me asusta. Ser feliz da miedo. Es como estar en la cresta de la ola y mirar hacia abajo, temes que en algún momento puedas caerte.

No quiero volver al fondo.

—No sabes cuánto me alegra oír eso.

Su voz suena aliviada y también rebosa felicidad. Carla estuvo en el peor momento de mi vida y no huyó. Soportó mis rachas de tristeza. Mis cambios de humor. Mis llamadas a las tantas de la noche buscando una vía de escape para mantener alejadas las pesadillas.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora