02 | Incidente en el metro

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21 de Junio de 2019

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21 de Junio de 2019

¿Podría considerarse deporte de riesgo coger el metro en Madrid a las ocho de la mañana?

Mi único consuelo es que tan sólo son cuatro estaciones hasta llegar a la oficina. Pero real que parecemos sardinas en lata. Encima la gente no respeta el orden no escrito de «Deja salir antes de entrar». Me gusta el transporte público, aunque por estas razones preferiría tener mi propio coche. Lástima que es un gasto que no puedo permitirme.

Carla se ha levantado con malestar de estómago, así que hoy hago el viaje sola. Mi salvación para estos días son las listas de Spotify. La música forma parte de mi vida casi tanto como respirar. Luego pasa que tengo una canción metida en la cabeza todo el día. Reviso la hora en el móvil y suspiro. He salido de casa con antelación, pero el metro ha decidido ir más lento que de costumbre.

Estela: Te has librado de una buena.

Su respuesta no tarda en llegar.

Carla: Sí, porque yo me lo estoy pasando pipa tirada en la cama.

Carla: ¿Quién inventó la infusión de manzanilla y anís? ¡Es un asco!

Dejo escapar una risa que enseguida se borra al sentir que el metro se detiene de forma brusca. Bloqueo el móvil y alzo la cabeza. Todos nos miramos sin comprender qué está sucediendo. Voy a llegar tarde al trabajo. Genial.

—Sentimos la molestia —Resuena una voz por todo el vagón—. Hay una pequeña avería que será solucionada lo más rápido posible.

Si ya es una mierda viajar con tanta gente, ahora encima toca esperar aquí metida. Mi intención de pillar un café se ha ido a la mierda. Además, me estoy muriendo de calor. El aire acondicionado está bajo y apenas noto el frío. ¿Acaso el día puede empeorar más? Mi único consuelo es que estamos a viernes.

Recorro el vagón con la mirada y mis ojos se topan con los de un chico apoyado en una de las puertas. Viste por completo de negro. Aunque está lejos, puedo apreciar varias pecas pintando su cara. Sus rizos caen por su frente y parece ajeno a todo lo que le rodea. Está tecleando en el móvil y no se ha dado cuenta que me hallo analizando cada uno de sus movimientos.

Como si se sintiera observado, alza la cabeza. Con rapidez fijo mi vista en el panel de las estaciones para disimular. Me atrevo a dirigir la mirada en su dirección y sus ojos hacen contacto con los míos. Son de un color azul claro. Me gustan. Cuando creo que va a dedicarme una sonrisa, la realidad me demuestra que no. Vuelve a centrar su atención en el teléfono y yo paso a un segundo plano. Siento mi móvil vibrar en mi mano.

Carla: ¿Estás ahí?

Carla: ¿No te habrás caído por una alcantarilla?

Voy a responder, pero el móvil vibra de nuevo.

Carla: Aquí no vengas oliendo a mierda.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora