09 | Sensación de placer

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21 de Julio de 2019

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21 de Julio de 2019

Sé que tal vez me arrepienta más tarde de esto, pero no me lo pienso más y pulso el telefonillo.

Una pequeña parte desea que Lander no se halle en casa, pero hay otra que piensa todo lo contrario. Cuando creo que no hay nadie, su voz suena en el portal.

—¿Quién es?

No parece muy alegre. «Vamos bien» pienso.

—Soy Estela, ¿puedes abrir? —pregunto, esperando que su respuesta sea un sí.

Lo medita durante varios segundos —que se me hacen eternos— y termina por abrir. Al igual que la última vez, elijo las escaleras, pero hoy con el fin de retrasar el momento de tenerle cara a cara. Pienso mis palabras tras cada escalón, pero mi discurso se va a la mierda en cuanto Lander abre la puerta de su casa.

Se encuentra desnudo de cintura para arriba.

Mis ojos se posan en sus músculos y por un breve instante siento la necesidad de poner mis manos en su pecho. ¿Qué demonios estoy pensando? Carraspeo y alzo la cabeza. Lander arquea una ceja y muestra una sonrisa de autosuficiencia. Me ha pillado mirándole.

No tengo la culpa de que aparezca ante mí semidesnudo.

—¿A eso has venido? —cuestiona.

—¿Disculpa?

Por un segundo he desconectado.

—Que si has venido a contemplarme —repite—. Sé que estoy bueno, pero me alegra que más personas lo confirmen.

No lo pienso dos veces y le aparto de un empujón. Me autoinvito a su casa, porque no voy a hablar en su descansillo y ser el chisme de los vecinos. Cierra la puerta tras de mí. Le agradezco que mantenga las distancias porque el panorama no ayuda mucho, la verdad.

—¿Puedes ponerte una camiseta? —pido.

Espero que haga otra broma, pero entre risas camina hasta su cuarto.

Me quedo a solas durante varios minutos, que aprovecho para borrar mis pensamientos del cuerpo de Lander y centrarlos en el tema que me concierne. Cuando aparece de nuevo ante mí —ya vestido por completo—, los nervios que sentían se esfuman y son reemplazados por un cabreo que no pasa desapercibido para el chico artista.

Se cruza de brazos. Se ve que mi cambio de humor también ha modificado el suyo.

—¿Por qué estás aquí?

—¿Por qué has compartido mi foto? —contesto con otra pregunta.

—Me gusta —dice como si nada—. No he cometido ningún delito.

Suspiro. En eso tiene razón, pero no quita que me moleste. No quiero que nadie comparta mis fotografías porque ya no significan lo mismo para mí. Lander está desenterrando un pasado que me duele. Fui una tonta por no borrar la cuenta hace tiempo, ahora no estaría aquí.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora