Epílogo

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Un año después

Me miro al espejo por última vez antes de abandonar mi habitación. Los nervios me devoran por dentro como si fueran un león hambriento que lleva un par de semanas sin comer. Aún no asimilo lo que está pasando.

En el salón me encuentro a Lander. Se ha puesto un traje para la ocasión, aunque mantiene el tono negro en su vestimenta, eso no cambia con el tiempo. También lleva el pelo algo más corto, pero sus rizos siguen intactos. Me recorre con la mirada en cuanto se percata de mi presencia.

—¿Estás nerviosa? —pregunta rompiendo el silencio.

Ahora mismo tengo una mezcla de sentimientos en mi cuerpo que no sé muy bien cómo sentirme. Hace un año todo era tan diferente que me cuesta comprender la situación en la que me hallo en este momento. Sonrío cuando Lander entrelaza su mano con la mía. Me gusta tenerle a mi lado y compartir esta experiencia con él.

—Lo estoy, pero también sé que es normal.

Me aprieta la mano con suavidad para aportarme esa tranquilidad que necesito. Estoy muy agradecida por contar con una persona como él. Lander me apoyó desde el primer instante, confió en mí cuando yo no lo hacía y supo ver mi arte a pesar de que yo esquivaba el tema cada dos por tres. El artista de las redes apareció en mi vida sin previo aviso y sin quererlo, lo cambió todo.

—¿Sabes que estoy orgulloso de ti?

Sus palabras calan en lo más profundo de mi corazón. Estoy sensible y no quiero echarme a llorar, pero es que Lander no ayuda.

—Deja de decir esas cosas, porque voy a inundar el salón con mis lágrimas —pido.

Mi sugerencia no hace mucho efecto, es más, provoca el resultado contrario.

—Eres maravillosa, increíble, una persona...

No le dejo terminar.

—Oh, Lander, cállate.

—Bueno... Podrías callarme tú, ¿no crees? —sugiere travieso.

Mira que le gusta ese juego.

—Sigue soñando...

Apenas me da tiempo a terminar la frase, porque de pronto siento los labios de Lander sobre los míos. Intenta profundizar el beso y yo se lo permito. Estaría loca si no lo hiciera. Enredo mis manos en su pelo y disfruto del momento sin preocuparme del objetivo de esta noche. Cuando estoy cerca suyo mis sentidos se nublan y me cuesta pensar en otra cosa que no sea su boca ni sus manos firmes sobre mis caderas.

La falta de aire nos obliga a separarnos de mala gana.

—Mucho mejor —dice con una sonrisa.

—Eres un idiota.

—Pero te gusto —señala, como si fuera obvio. Hago el intento de hablar, pero me detiene—. Si vuelves a decir «Sigue soñando» te como la boca otra vez. Avisada quedas —suelta, dejándome con el corazón a mil y la respiración acelerada.

Le veo caminar hasta la puerta de entrada, pero yo permanezco parada durante varios segundos con el fin de asimilar todo lo que ha pasado. Tras superar el trance, sigo los pasos de Lander y abandonamos el piso.

Como no tengo coche y las ganas de pillar el metro están por debajo de cero, la solución sería llamar a un taxi para que nos llevase, pero como estoy bendecida por los dioses con el mejor novio del mundo, que además de contar con carnet también dispone de vehículo propio, el taxi se puede ir también un poco a la mierda.

—¿Lista? —pregunta antes de arrancar el coche.

—A medias.

Lander mantiene las manos fijas en el volante. Por un segundo aparta la vista del frente y la posa en mí. Arquea una ceja y dibuja una sonrisa que me da a entender que por su cabeza circula alguna idea loca.

—Al final te tendré que comer la boca otra vez, eh.

Le golpeo el brazo. Lo de este chico es de manual.

—Calla y conduce.

—¡Sí, señora!

Arranca el motor y emprendemos la marcha. Lander no dice nada durante el viaje y yo me dedico a observar por la ventanilla. Anocheció hace un par de horas y la única luz que alumbra las calles de Madrid corresponde a la de las farolas. En casa estaba nerviosa, pero a medida que recortamos distancia, los nervios se incrementan. Cierro los ojos para relajarme.

Antes de lo que pienso llegamos a nuestro destino.

Lander cierra el coche tras salir. Mis ojos viajan hasta el edificio que se halla a tan sólo unos metros y miles de emociones me remueven por dentro. Es increíble que todo esto sea real, que lo haya conseguido. Un año atrás para mí sería impensable.

Siento la mano de Lander rodeándome la cintura. Su contacto me transmite cierta paz que necesito.

—Pellízcame para asegurarme de que es real —le pido.

—Voy a hacer algo mejor —susurra.

Y me besa.

Otra vez.

Creo que tengo una fuerte adicción por los besos del artista de las redes. El beso no dura mucho.

—Vale, no estoy soñando —confirmo.

—No lo estás.

Vuelvo a mirar el edificio, y una sonrisa se dibuja en mi rostro como si estuviera admirando una obra de arte y no quisiera que este momento acabara. Ojalá detener el tiempo justo aquí. No soy consciente de las siguientes palabras que escapan de mi boca hasta que las escucho en voz alta:

—Mi pasado, mis recuerdos... Todo está ahí. Esas fotografías han permanecido guardadas, ajenas al mundo y ahora otra persona puede identificarse con ellas. Sentir lo mismo. Me gusta, aunque también me asusta un poco.

Lander tarda en contestar, pero cuando lo hace, algo en mí se activa. Como un click en mi cabeza y entonces entiendo que el miedo continuo sólo ha hecho más que limitarme la manera de enfocar mi vida.

—Quizá tus recuerdos se conviertan en los recuerdos de otra persona. Eso es lo bonito, Estela, el valor de los recuerdos. Lo que construimos y el legado que dejamos al resto.

Ahora sí que sí: FIN

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Ahora sí que sí: FIN.

¿Tú estás llorando? Porque yo no, bueno, tal vez un poco. La historia de Estela y Lander no estaba planeada en un principio, todo surgió como idea para el concurso ONC organizado por el perfil de los embajadores. Me gustó un disparador y me lancé a la aventura.

Ahora me alegro de haberlo hecho. He disfrutado escribiendo cada capítulo y ojalá vosotras lo hayáis hecho al leerlos. Gracias por acompañarme en este viaje y darle una oportunidad a esta novela. Os adoro y nos vemos en futuras historias 💙

 Os adoro y nos vemos en futuras historias 💙

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El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora