04 | Yo me siento igual

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25 de Junio de 2019

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25 de Junio de 2019

Los últimos días no he parado de pensar en el encargo de Olimpia.

Carla se tiró casi media hora riendo cuando le conté que mi nueva tarea tenía que ver con el chico del metro. Me hizo mil preguntas. «¿Es guapo?» fue la más repetida. Aunque quise mentir para que dejara el tema a un lado, no pude. Lander es bastante atractivo, pero también es arrogante.

Mi mirada viaja hasta la conversación en común. Intercambiamos números para mantenernos en contacto y hablar sobre el número de la revista. Fijamos una reunión para hoy en su casa. Olimpia quiere que conozca el lugar donde «Lander crea la magia» como dice ella. Medité durante un buen rato en aceptar la propuesta, pero no me quedó otra opción.

—¿Nerviosa?

Carla entra en el salón. Tiene el pelo mojado porque acaba de darse una ducha. Se deja caer en el sofá y me hace sujetar la taza de café con fuerza para evitar derramarlo. A veces dudo en contarle sobre mis planes.

—¿Por qué debería estarlo?

Bebo un sorbo y cierro los ojos saboreando el aroma a vainilla. Descubrí este sabor en la universidad. En un descanso entre clases, vi que en la máquina expendedora anunciaban un café con sabor a vainilla. Lo probé por curiosidad y desde entonces se ha convertido en uno de mis favoritos. Doy el último trago y me levanto. He quedado con Lander en media hora.

—Vas a pasar tiempo con ese chico —dice, como si fuera la cosa más increíble del mundo—. A solas —añade, para darle más emoción al asunto.

Niego con la cabeza.

—Relaja ese entusiasmo. Sólo es trabajo.

—¿Qué tipo de trabajo?

La entonación con la cual pronuncia la última palabra me hace reír. No tiene límites su imaginación. ¿Con ella todo se resume a echar un polvo? El chico es atractivo, no lo niego, pero no estoy interesada.

—Si estás cachonda no es mi culpa. Algunas personas nos tomamos la vida en serio.

No le doy tiempo a responder porque desaparezco de su campo de visión para entrar en mi habitación. El calor está impregnado en mi cuerpo, así que necesito pegarme una ducha antes de irme. Aunque tampoco sé si valdrá de mucho en cuanto salga a la calle.

La casa de Lander está cerca de la mía. Hago el trayecto a pie porque a estas horas del día paso de meterme en el metro y morir de calor. Ajusto la mochila en mi hombro y trato de disfrutar el paseo. Dentro se encuentra la cámara que utilizo para la revista. La mía lleva guardada meses en una caja. Cuando saco fotos para el trabajo no lo paso mal. No tanto, al menos.

En cambio, sostener mi propia cámara me produce una sensación de angustia.

Ojalá pudiera volver el tiempo atrás.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora