13 | Frágil como el cristal

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04 de Agosto de 2019

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04 de Agosto de 2019

¿Cómo he acabado en casa de Lander?

Al principio quise marcharme de la exposición —todo se puso algo intenso—, pero cuando escuché de su boca que me quedara, no tuve el valor de irme. A partir de ahí el resto de la noche fluyó de maravilla. De primeras, Lander da la impresión de ser una persona distante, pero me ha demostrado en varias ocasiones que cuenta con sentido del humor.

Es extraño, pero me siento a gusto a su lado.

El artista de las redes se está colando en mi corazón, despacio, como quien escala por primera vez una montaña. Reconozco que es un riesgo, porque cuando una persona entra en tu vida, creas unos lazos que pueden romperse en cualquier momento. No me hallo tan asustada como imaginaba. Hace unas semanas no me veía en este punto.

La carta de mi padre me dio fuerzas.

—¿Vas a quedarte ahí de pie toda la noche?

Volteo y me topo con Lander, que me mira curioso desde la puerta de su estudio. Se ha puesto algo más cómodo, pero aun así, mis ojos se pierden un segundo en sus músculos marcados a través de la camiseta. Alejo la mirada y concentro mi atención en los bocetos esparcidos por la mesa.

Escucho pasos tras de mí. De pronto siento su voz demasiado cerca como para mantener mis emociones bajo control.

—Este es de mis favoritos. —Señala el boceto del Palacio de Cristal.

—También es el mío —confieso.

Permanecemos varios segundos en silencio, hasta que dice:

—Hay una historia detrás, ¿sabes?

Arqueo la ceja, intrigada.

—¿En serio? —Él asiente—. Quiero saber.

Sin pronunciar ninguna palabra, me guía hasta el salón. El corazón se me acelera cuando entrelaza nuestras manos, al igual que hizo en la galería. Sin duda, este chico va a volverme loca. Nos sentamos en el sofá —demasiado cerca, pero tampoco me voy a quejar— y tras unos segundos de intercambio de miradas, Lander comienza a relatarme la historia que se esconde tras la pintura que nos ha robado el corazón.

Me cuenta que cuando murió su abuelo —él apenas tenía diez años—, lo pasó tan mal, que su abuela le llevó al Retiro y después de caminar un largo rato, ambos llegaron al Palacio de Cristal. Nunca estuvo allí antes de ese día. Desde entonces fue incapaz de borrar la imagen de su cabeza.

—Incluso algo tan frágil como el cristal que da vida a este Palacio se mantiene en pie cuando las tormentas golpean con fuerza, Lander. Sé que hoy duele, pero mañana lo hará un poco menos —repite, las que imagino fueron las palabras de su abuela.

—Una historia triste, pero bonita a la vez. —Sonrío.

Se acomoda junto a mí, más cerca. Clava sus ojos en los míos y siento que dirá algo que romperá mis esquemas.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora