16 | Cicatrizar la herida

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31 de Agosto de 2019

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31 de Agosto de 2019

Es increíble lo mucho que cambia la vida en poco tiempo.

Un par de meses atrás jamás me imaginé que volvería a pisar el cementerio para hacerle una visita a mi madre y ahora he superado esa situación. Tampoco creí que después de guardar la cámara como un recuerdo doloroso, sería capaz de escarbar en ese pasado que me rompía cada día.

Sé que nada me traerá de vuelta a mi madre —ojalá fuera posible—, pero no quiero seguir viviendo sumida en una tristeza hambrienta que me devora. Soy más fuerte que todas esas emociones negativas que pretenden echarme abajo.

Hoy comienza a cicatrizar la herida.

Apenas tardo quince minutos en llegar al Retiro. Lander me espera en la puerta de entrada y mi corazón baila en cuanto cruzamos miradas. Me cuesta bastante reprimir el deseo de pasar mis manos por sus rizos. El hecho de que me esté sonriendo tampoco ayuda a calmar los nervios.

—Hola —saludo nada más llegar.

Me recorre con la mirada y sus ojos se detienen en un punto, justo a mi costado derecho donde yace colgada mi cámara de fotos. Era imposible que no se diera cuenta.

—¿Es lo que creo? —pregunta. Su voz refleja una mezcla de curiosidad y orgullo.

Asiento.

—Es hora de retomar hábitos perdidos.

Mentiría si dijera que no tuve miedo cuando abrí el mueble y quité el precinto de la caja. Todos los buenos momentos que pasé con ella me bombardearon sin previo aviso y por un instante llegué a pensar que no sería capaz. Que nunca volvería a disfrutar de la fotografía como antes. Supongo que es lo que provoca el miedo, nos cohíbe, nos vuelve pequeños en un mundo de gigantes.

Lander me pilla por sorpresa cuando entrelaza su mano con la mía. Cada vez que nuestra piel entra en contacto, las mariposas de mi estómago salen a darme la bienvenida. Tiene que tirar de mí para que empiece a andar porque de la impresión me he quedado anclada en el sitio. Este chico provoca en mí sentimientos encontrados, que con el paso de los días no me molesto en ocultar.

¿De qué sirve guardar lo que uno siente?

Nos detenemos varios minutos cuando pasamos por delante del estanque. Veo como Lander saca de su mochila un cuaderno negro —típico del él— y comienza a garabatear sobre él. Aprovecho ese momento para tomar fotos. Con cuidado tomo la cámara de la funda y busco un bonito rincón del paisaje. Me gusta la luz que se genera en el ambiente, con el sol poniéndose.

Cuando hallo lo que busco, mi dedo permanece fijo en el objetivo y no sé cuántos minutos me tiro así hasta que de pronto escucho la voz de Lander a mis espaldas:

—¿No vas a disparar?

Fija sus ojos en mí, esperando por una respuesta.

—Es extraño —murmuro.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora