15 | Volar alto

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31 de Agosto de 2019

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31 de Agosto de 2019

He tardado un poco más de la cuenta en volver aquí, pero aunque me veía con fuerzas, por instantes el ánimo rozaba el suelo y al final terminaba rechazando la idea de Carla.

Hace unos meses, mis pasos serían pesados y el corazón se me rompería un poco más tras cada metro recorrido, pero ya no me aterra venir al cementerio. Sé que es un lugar sombrío y nada agradable de visitar y quizás la Estela de antes no habría sido capaz de cruzar el portón de entrada. Me sé de memoria el lugar donde se halla ubicada la tumba de mi madre.

Mientras avanzo, mentalmente me repito que todo saldrá bien.

Justo estoy a punto de llegar cuando siento el móvil vibrar en el bolso. Primero pienso que será un mensaje de Carla, pero al leer en la pantalla el nombre de Lander, me quedo paralizada en el sitio. Unos días atrás le comenté mi intención de hacerle una visita a mi madre y sus ánimos me ayudaron a no echarme atrás.

Lander: Sé que puedes con esto, Estela.

Me dije que no iba a llorar, al menos controlar al máximo las lágrimas, pero sus palabras me ponen un poco sensible. El artista de las redes se está convirtiendo en alguien importante en mi vida. Pese a su actitud despreocupada —y su costumbre de vacilarme cada vez que pilla la ocasión—, también me brinda apoyo.

Estela: Gracias. Nos vemos en un rato :)

Bloqueo el móvil y lo vuelvo a guardar en el bolso.

Mis ojos hacen contacto con la tumba de mi madre y tengo que tragar saliva antes de hablar, porque sin quererlo se ha formado un nudo en mi garganta. Sin importar que pueda llenarme el pantalón de tierra, me siento en el suelo junto a ella. Mis manos rozan el mármol, que está caliente a causa del sol. La yemas de mis dedos acarician su nombre y un suspiro contenido escapa de mi boca.

—Hola, mamá. Te echaba de menos.

Durante unos segundos —o incluso minutos— permanezco en silencio, no porque no sepa qué decir, sino porque quiero disfrutar de la paz que me transmite el tan sólo contemplarla. Me produce un poco de pena que mi padre no pueda venir, porque creo que él también necesita cerrar esta etapa para seguir adelante con su vida, pero ahora mismo su salud es lo más importante.

—No hay día en que no me acuerde de ti, ¿sabes? —susurro—. Dejé de hacer fotos pese a que tú siempre me animaste, porque sentí que tu muerte fue mi culpa. Odié la fotografía por eso y hasta a veces llegué a odiarme a mí misma. Todo es diferente ahora —Pienso en mis siguientes palabras y no soy consciente de ellas hasta que no las pronuncio en voz alta—. He conocido a un chico.

No digo su nombre, pero la imagen de Lander se me viene a la cabeza y aunque no me veo, sé que estoy sonriendo. Es increíble cómo algunas personas logran revolucionar tu vida de manera tan positiva, dando esas pequeñas pinceladas de felicidad que parecían tan lejanas.

El valor de los recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora