IV

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Los días siguientes repitió la misma secuencia cada que pudo y que Afrodita, por supuesto, se lo permitió.

¿Otra vez tú aquí?, le decía el pisciano ya.

Pero no le importaba. Ayudaba a Afrodita con su jardín, se dormía alguna que otra siesta en la hierba o simplemente dejaba pasar el tiempo mientras éste hacía sus cosas. Todo con tal de poder pasar antes por Acuario.

Y bien o mal, su plan había funcionado. Camus se mostraba cada vez más cómodo con su compañía, por lo que cada que pasaba por allí, aprovechaba a quedarse uno o dos minutos más hablando con él.

Y si bien no era el único, puesto que varios compañeros lo visitaban con el fin de acelerar sus recuerdos, se las había ingeniado para encontrarlo solo.

Así pasaba sus días. Yendo y viniendo, intentando cruzarse con Camus cada que pudiese. En su templo, en el Coliseo, en la casa de otro, donde sea.

Parecía que se estuviese repitiendo todo nuevamente. Cuando el francés apenas si lo registraba y el moría porque le prestara atención.

Era increíble pensar que ése era su novio desde hacía años, que ambos se amaban, y que ahora estuviesen hablando como perfectos desconocidos.

Pese a tener todo en contra, sin embargo, cada día ponía lo mejor de sí. La esperanza de ser recordado lo empujaba a continuar, a acercársele cada vez más, a afianzar su relación. Y aunque aún no había tenido éxito, estaba seguro que tarde o temprano Camus despertaría sabiéndolo todo.

La primavera no se había hecho esperar en el Santuario y con los días más lindos y menos fríos, la mayoría de los caballeros aprovechaba para salir de sus templos.

Sentado en las gradas del Coliseo, observaba como Camus y Aioria se enfrentaban en entrenamiento.

Que el francés hubiese perdido la memoria no era sinónimo de que perdiera su fuerza, sin embargo, sí había olvidado como ejecutar sus movimientos y entrenar le servía muchísimo para recuperar sus habilidades con el hielo.

Sin quitarle los ojos de encima ni por un segundo, observaba cada movimiento que su amado hacía. Su forma de atacar, de protegerse, frío, cauto. Hasta en pleno ataque podía el francés ser elegante, ligero como una pluma. Y él, por supuesto, moría de amor con sólo verlo.

- Con que espiandolo eh.. - se le sentó al lado Shura, que acababa de llegar.

- ¿Qué más puedo hacer? - respondió rendido.

- ¿Por qué no vas y entrenas tú también con él, Milo?

Suspiró para luego negar con la cabeza.

- No me creo capaz. - respondió al fin.

- Él aún.. ¿no te ha dicho nada?

- Absolutamente nada. - afirmó dibujando una triste sonrisa.

- Esta llevando más tiempo del que creíamos..

- Demasiado. - sentenció al fin.

Y en silencio, ambos se dedicaron a ver el enfrentamiento, disfrutando de la fría brisa y los copos de nieve que Camus generaba con su cosmos.

Al terminar, ambos caballeros se sumaron a la reunión en el Coliseo, a la que también se habían sumado otros compañeros.

- Pues yo te veo muy bien, Camus - comentó un cansado Aioria, al tiempo que se desplomaba junto a Milo y Shura.

- Mucho mejor que muy bien - se sumó Shaka a la conversación - Teniendo en cuenta que lo último que recuerdas es.. ¿de cuándo es?

- No lo sé.. - dudó el francés - Cuando tenía ocho o nueve años, quizás.

- Pues mejor, mira. - acotó un despreocupado Deathmask, recostado sobre el piso y apoyado sobre un brazo - A veces yo quisiera olvidarme de varias cositas que he vivido.

- Espero no te refieras a mí.. - se oyó la dulce voz del pisciano acercándose.

- Eso jamás, amor mío - sonrió lascivo el italiano, dispuesto a recibir el beso que el doceavo caballero se disponía a darle.

- Más te vale - sonrío Afrodita, luego de depositar un tierno beso en sus labios.

- La que te espera en Cáncer, Death.. - bromeó Aioria, provocando la risa de todos. Pues se sabía que Deathmask no le temía a nada menos a aquel bello pisciano.

Y así, entre bromas, se le pasó un día más. Esta vez no había tenido oportunidad de hablar a solas con su amado. Pero esto también le gustaba. Estar con otros le daba la oportunidad de comérselo con la mirada sin que se percatara. De no contenerse tanto como cuando lo tenía a solas para él.

Mañana sería otro día y quizás, si los dioses estaban de su lado, la oportunidad se presentaría.

Era frustante que el tiempo pasara y sus recuerdos no volvieran, pero ¿qué mas da? Ya se había acostumbrado en cierto modo. Tanto a su falta de memoria como a sus propios compañeros.

Y a decir verdad, cada vez se sentía más cómodo en su presencia. Pasaba mucho tiempo en su compañía. Con uno, con otro o con varios. Y si bien todos se complotaban en no contarle absolutamente nada de su pasado, los entendía. Shion debía estarles muy encima corroborando que no lo hicieran.

Así pues, en vez de seguir quejándose de la situación que pasaba, había decidido disfrutar el proceso. Sus recuerdos volverían algun día. Y mientras..

Bueno, haría lo que pudiera.

Había conseguido ya sacar un nuevo juicio de cada uno de sus amigos y pese a no llevarse mal con ninguno, se daba cuenta que de por sí, con unos más que con otros, se llevaba mejor.

La mayor parte del tiempo la pasaba con Shura o con Saga, con quienes evidentemente tenía cosas en común, aunque éstos no le dijeran qué.

Mu, Shaka y Milo eran otros con quienes notaba afinidad. Con este último sobretodo, que era con quién más solía cruzarse.

El escorpiano visitaba de forma seguida a Afrodita y puesto que éste era su vecino, habían llegado a compartir juntos quizás más que con otros.

Le parecía una persona amable. Por lo menos hasta el momento, no había habido una sola vez en la que no le preguntara cómo estaba, o si necesitaba algo. Era evidente que no tenían la confianza que tenía con Shura, por ejemplo, con quien se notaba había una fuerte amistad. Pero sí podía decir que Milo era un buen compañero y que le caía bien.

Sospechaba, para sus adentros, que le gustaba su vecino, pero elegía no meterse en aquello. Afrodita y Deathmask mantenían una relación abiertamente plantada pero en fin, ¿quién era él para juzgar?

Si a él le hacía tan bien verlo seguido pese a saber que el pisciano amaba a otro.. pues allá él con sus deseos.

Eso, al menos a él, no le sacaba la facultad de ver lo buen amigo que el griego podía llegar a ser.

Amnesia (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora