V

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Aquel día se había despertado incluso antes de que amaneciera. Y pese a que había intentado volver a dormirse, no lo había conseguido.

Así pues, una vez levantado, tomó un baño intentando despejar su mente. Así lo hacía cada mañana sin tener éxito, pues ésta seguía siendo un enredo.

Sin embargo, ése día sí pasaría algo. Y no lo sabría sino hasta que nuevamente la noche cayera.

Sentado en las escalintas de Acuario, había decidido cambiarse las vendas de los brazos y muñecas. Muchas de las heridas que tenía habían cicatrizado pero había otras que no. No llegaba a comprender con qué tipo de cosa se había enfrentado que le causara aquel dolor pero en fin, aún día por día debía cambiarlas.

Y allí se encontraba hasta que, como de costumbre, un animado escorpión llegó a su templo. Sorprendiendolo con un extremo de la venda en la boca y con el otro rodeando su muñeca, el griego le sonrió.

- Buen día, Camus.. - lo saludó a unos pies de distancia.

Y él debió cerrar un ojo para ver a Milo puesto que el sol le daba de frente. Quitándose la venda de la boca, también lo saludó.

- ¿Cómo va eso? - se interesó el griego.

- No entiendo por qué no sanan.

- Pues no debiste haberte enfrentado a uno cualquiera, teniendo en cuenta estas secuelas..

Tenía razón. Aunque no se lo dijeran, esa persona o lo que fuera, no sólo lo había herido enormemente, sino que le había arruinado la vida borrando sus recuerdos.

- Eso creo.. - susurró intentado acabar de una vez de vendarse la muñeca, más no era fácil con una mano, por lo que volvió a colocarse un extremo en los labios.

Y para su total sorpresa, fue Milo quien esta vez se la quitó de la boca. Acercándose, tironeó de ésta con una sonrisa.

- Déjame ayudarte.. - le sonrío mirándolo a los ojos.

Y aunque hubiese querido decir algo, no pudo. El griego estaba tan pero tan cerca de repente, que hasta había conseguido ponerlo nervioso. Agachado a la altura de sus ojos, le había robado la venda de los labios y le rodeba con ésta la muñeca mientras él sólo podía mirarlo anonadado.

¡Realmente estaba muy cerca!

Y pese a que Milo le habló el tiempo que duró aquella acción, no pudo oír nada. No sabía por qué pero no pudo quitarle los ojos de encima. No supo qué dijo o qué le contó. Tan sólo pudo mirarlo a él, a su perfecto perfil, sus negras pestañas, su sonrisa. ¿Lo que le contaba? Pues ni idea.

Lo único que pudo percibir es que aquella situación algo le había provocado. En su mente y en su cuerpo. Y como si hubiese sido poco, al terminar de ayudarlo Milo lo miró a los ojos desde aquella corta distancia, y le sonrió, consiguiendo sonrojarlo.

- Me alegra haberte ayudado - pronunció - Pero será mejor que me apure, hoy Afrodita no está de buenas.

Y así sin más, con su siempre dibujada sonrisa en el rostro, el griego partió. Y él..

Él quedo estupefacto.

¿Qué había sido eso?

Miró sus muñecas y lo perfectas que sus vendas habían sido colocadas.

¿Qué le habría dicho Milo? Y sobretodo, ¿por qué no había podido quitarle los ojos de encima?

Había sido una situación extraña. Incómoda en cierto modo. Estaba seguro de tener una buena relación con el griego, puesto que hasta ahora así había sido. Siempre amable, compañero..

Amnesia (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora