XVI

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El pasar de los días le sirvió para descubrir, para volver a conocer al griego. Milo era increíble. ¿Diferentes? Muchísimo. Pero de esas diferencias sutiles, superficiales. Pues lo importante, ya sea su amor, sus ideales y valores sí iban de la mano.

A primera vista Milo podía resultar chocante, de temple difícil , a veces obstinado. La realidad, sin embargo, era que el griego escondía un carácter humilde, cariñoso y sumamente tierno.

Y si bien por un lado lamentaba no recordar, tenía que admitir que conocer nuevamente al escorpiano se había convertido en su pasatiempo favorito. Pasaban muchísimas horas juntos, ya sin necesidad de silencios. Tanto Shion como sus compañeros estaban al tanto de su situación. Él no había vuelto a ser el de antes pero eso no les había impedido reencontrarse, pues aquellos sueños a los que hoy por hoy les estaba agradecido, le habían abierto los ojos.

Y aunque debía soportar las bromas de sus amigos ante su situación, se había acostumbrado. Tanto así que a veces usaba en su favor el no recordar ciertas cosas, redoblando la risa de sus compañeros o simplemente riéndose de sí mismo.

Pues, ¿que importaba ya? Si los dioses querrían recuperaría sus memoria y sino bueno. Todo tenía un por qué, ¿no?

Aquel día Milo lo había llevado a las afueras del Santuario, muy cerca de las costas del río que lo atravesaba. Un lugar especial para ambos, pues resulta que allí se habían conocido.

- Tu estabas justo aquí. - señaló un espacio verde a sus pies el griego - En ese momento había ruinas de viejos templos que ahora no están, por supuesto.

Con una leve sonrisa, él se dedicaba tan sólo a escuchar al escorpiano. Éste parecía realmente emocionado de volver a aquel lugar con él.

- Sentado en un pilar estabas tú. - continuó - Y no recuerdo que leías Cam, pero puedo recordar con exactitud tu expresión, tu mirada..

Como si fuese capaz de revivir aquella escena que él claramente no recordaba, el griego parecía haberse perdido en sus memorias. Y si bien le hablaba, parecía estar lejano a la realidad.

- Tu habías llegado hace tan sólo días y yo moría de intriga. - afirmó admirando el lugar - Incluso había preguntado a los demás por ti, como si hubiese sabido que..

Y el griego calló. Volviendo al presente, clavó en él su mirada. Una bella sonrisa adornaba su rostro.

- Como si hubiese sabido de ante mano lo especial que eras, Cam.

- Me encantaría recordarlo, Milo.. - devolvió la sonrisa.

En otro momento quizás aquella situación lo hubiese apenado, puesto triste. Pero no era el caso, ya que su vida había al fin tomado rumbo. No sentía ya la urgencia de recuperar la anterior. Sabía quién era, quiénes eran sus compañeros y, sobretodo, quién era Milo.

Se había acostumbrado a que las cosas le resultasen nuevas. A que todo lo fuera. Y pese a que en su momento aquello se le había hecho insoportable, gracias a conocer su pasado eso había cambiado. Ahora disfrutaba de su momentánea ignorancia, aprendiendo día a día a gozar de ella y de los descubrimientos que esta le regalaba. Entre los cuales estaba el griego y su afecto, por supuesto.

Revivir las historias que éste le contaba, sus ocurrencias. Ni hablar de sus mimos, sus caricias, sus besos.

¿Por qué negarlo? Aquello en cierto modo era divertido.

- ¿Y dónde estabas tú, que fuiste el último al que conocí? - preguntó.

- En una misión. - respondió acercándosele divertido el griego - Recuerdo haber llegado y descubrir que al fin el onceavo caballero había regresado al Santuario.

Amnesia (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora