VI

1.1K 114 37
                                    

Los días siguientes se habían convertido en una verdadera tortura. Pues aquel sueño sólo había sido el primero de tantos otros que tendría.

Ya no quería siquiera pensar en la idea de dormir ya que eso significaba volver a soñar con él. Soñar con él sin entender nada. Una y otra vez.

Y aquellos sueños en verdad que estaban volviéndolo loco. Acabaría desquiciado si su memoria no comenzaba a agilizar los trámites. Ya no podía mirar a los ojos al griego sin al menos ponerse nervioso.

Y pese a ser un experto ocultando sus sentimientos y emociones, no era divertido para nadie ocultar algo tan grande. No tener con quién hablarlo, a quién preguntarle. ¡No entender nada! Era una maldita desgracia.

Y cada noche..

Cada noche era una dañina adicción. Pues aquellos sueños eran dolorosos sabiéndolos imposibles pero vaya que vivirlos era un dulce veneno. Un veneno tan fuerte como el del propio caballero. Con tal fuerza y poderío. Uno al que resistirse resultaba imposible, pues recorría su cuerpo con tal velocidad que quién podría defenderse.

¿O quién tendría intención de hacerlo, mejor dicho?

Cada noche tenía una cita con Milo. Y él ya no sabía que hacer para detenerlas.

Sus ojos, su sonrisa, su voz, dominaban a Morfeo a su antojo. Y esto era lo único con lo que él podía soñar.

Ya no despertaba agitado, asustado. Ya aquellos sueños no conseguían sorprenderlo. Las primeras veces en verdad que habían conseguido ponerlo nervioso, sí. Pero ahora..

Tan sólo abría los ojos. Y sin siquiera cambiar de posición, pensaba. ¿Qué sentido tenía repasar lo que acababa de ver? Si ya podía describir al griego a ojos cerrados.

Se sabía de memoria la mezcla perfecta de celestes que conformaban el color de sus ojos, la extensión justa de sus pestañas. Podía decir con suma precisión cuáles eran los rebeldes cabellos del griego que el viento adoraba despeinar. Incluso tenía la capacidad de anticipar sus gestos, sus muecas y descifrar cada una de sus sonrisas y miradas.

¿Qué más podría ver que no supiera ya?

Así pues, la sorpresa ya no era parte de sus días hace tiempo. Ahora tan sólo era aceptar las cosas. Y esa era la parte más difícil. Pues era consciente de que Milo no sólo le gustaba. Él debía de sentir algo por aquel hombre. Estaba casi seguro, aunque no pudiera recordar aquellos sentimientos.

¿Cómo podría sino soñar tanto con él?

Debía de gustarle más que demasiado..

Y allí acostado le gustaba pasar el tiempo imaginando, pues otra cosa no podía hacer. Imaginando cuánto tiempo pasaría mirándolo, qué cosas sentiría por el griego, hace cuánto, si alguna vez lo habría deslizado.

Pero todas eran preguntas sin respuestas.

Esa era su realidad.

La primavera le había dado lugar al verano y con ello al cumpleaños de varios caballeros también. Aquella noche tenía la invitación de ir a Piscis, en donde Afrodita preparaba una fiesta a su novio. No sentía ganas de asistir si debía ser sincero, pues apenas si podía manejar la situación en su cabeza. Y saber que debería mirar a Milo a los ojos, quizás hablar con él..

Venía evitando bastante bien al griego y esta noche podía arruinarlo todo pero sabía que sus amigos no permitirían que se quedara en su templo y menos estando a tan sólo uno de distancia. No tenía excusas.

Agradecía, al menos, haber llegado antes que el griego. No lo tomaría por sorpresa. O eso creyó ingenuamente, pues al llegar Milo su mente no dijo lo mismo.

Amnesia (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora