XI

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Las sesiones de meditación se habían convertido en su ejercicio diario hasta el punto de anteponerlas a los entrenamientos físicos. Tanto él como Shaka eran caballeros que no solían entrenar su fuerza continuamente, a diferencia de otros como Aioria y Milo, a quienes no podían faltarles los combates.

Por esa razón, podía atravezar el templo de Escorpio sin cruzarse con el griego. Mientras éste entrenaba en el Coliseo por la mañana, él meditaba junto con Shaka en el templo de Virgo.

Aunque a decir verdad, él sí quería cruzarlo.

El pasar de los días sólo le había servido para confirmar que así era. Le costaba demasiado mantener aquel pacto de silencio. Ver al griego, oír su voz, su risa, hacían temblar el acuerdo al que habían llegado, pues con sólo recordar que ellos mantenían una relación su firmeza se desplomaba.

Milo le gustaba cada día más..

Y por Athena, ¿acaso tenía algo de malo? Se suponía que así debía ser.

¡Lo extraño era que no lo recordara!

Ése era el problema. Pues Milo parecía gustarle por pura inercia. No sabía nada sobre él salvo lo aprendido en unos pocos meses. Eso no podía alcanzar para sentir lo que sentía pero..

Su corazón no le mentía, él se estaba enamorando..

Esto debe ser lo más irónico que me ha pasado en la vida, se decía. Pues era absurdo enamorarse de la persona que ya se suponía estaba enamorado.

La meditación lo ayudaba muchísimo a mantener la serenidad, sus pensamientos en equilibrio y lo agradecía infinitamente. Pues era lo único que le permitía continuar hasta al fin recordar al griego. Aunque eso..

No parecía tener planes de suceder pronto.

Subió los peldaños de Virgo a su templo ya sabiendo que en Escorpio no estaba su guardián. Podía sentir el cosmos de Milo abajo, en el Coliseo.

- Deben gustarte mucho los enfrentamientos.. - dijo mientras atravezaba Escorpio.

Y de repente frenó su paso.

Contempló con una especie de cariño aquel lugar, sus paredes, sus columnas. Podía vislumbrar los pasillos que dirigían a las habitaciones internas del templo, entre las que estaría la habitación del griego.

¿Cuántas noches habría pasado allí?

Y debió admitir que cierta curiosidad se apoderó de él en ese momento. Deseos de conocer esa casa, sus secretos, los de su dueño..

¿Y si allí estaba la llave de sus recuerdos?

Más decidió ignorar aquella pregunta. Eso era imposible. Ni aquellos sueños tan claros y explícitos le habían conseguido un sólo recuerdo. Si existía una llave que le devolviera su anterior vida, ésta se había perdido vaya a saber donde.

Una repentina tristeza lo invadió al pensar en todo aquello. Miró por última vez aquel templo y decidió al fin abandonarlo. Se despidió de él, de la calidez con la que su dueño lo impregnaba y continuó camino hacia Acuario.

- Hey, Camus - lo saludó Shura al pasar por Capricornio - ¿Cómo van esas sesiones, amigo? ¿Has conseguido recordarme?

- Aún no - le sonrió.

- ¡Ouch! - se llevó una mano al corazón el español.

Shura era de los pocos que conseguía hacerlo reír. Agradecía infinitamente que haya regresado pronto de su misión.

Amnesia (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora